sábado, 23 de marzo de 2013

Miriam Cairo





--Llorar no es una palabra rosarina.


--Ni porteña.

--Ni alta, ni baja.

--Ni rica, ni pobre.

--Llorar es una palabra dadaísta.

--Por supuesto, sobre todo cuando llorar no tiene sentido.

--¿Cuando se llora en seco?

--Llorar es llorar.

--Desde ya. Y vivir es vivir. Amar es amar. Morir es morir.

--Tampoco te pongas tan melodramático. A veces vivir es amar y amar es morir.

--Bueno, ¿el melodramático soy yo?

--Digo que el sentido de llorar es la lágrima.

--Las letras de la palabra lágrima.

--Yo sé llorar lágrimas con otras letras.

--Sobre todo los domingos.

--Ah, sí, no concibo un domingo sin lágrimas.

--"Los domingos tienen lágrimas de letras imposibles"

--¿Por qué le ponés comillas?

--Porque no es una frase coloquial.

--Tenés razón. Pero conmigo no estás obligado a ser coloquial para sonarme verdadero.

--Cierto. Fue un error de mi parte. Vuelvo a decirlo sin comillas: los domingos tienen lágrimas de letras imposibles.

--Y no obstante, su realismo es indudable.

--Cada letra de la palabra lágrima parece eternamente natural.

--Sobre todo porque las lágrimas son, en efecto, lágrimas.

--(...)

--(...)

--¿No conocés otro poema de ese escritor?

--Mmm, autores hay muchos pero otro como ese no sé.

--Yo soy un autor como ese.

--No puede ser.

--Que sí.

--Que no.

--La gente no lee a un autor como ese.

--A mí tampoco.

--La gente no te lee para respetar la vieja tradición de no leer a alguien que no es leído.

--Sí, es institucional.

--Hegemónico.

--Yo me leo en voz alta para los que no me escuchan y me leo en voz baja para que no me escuchen.

--Sos un lector dadaísta.

--Eso no existe.

--Cómo no, si te tengo aquí mismo, sentado en frente de mí, libando de mi copa. A propósito, llamá al mozo que ya nos hemos bebido toda la palabra vino.

--Tu generosidad no tiene límites... Mirá que hacerme existir como lector que no existe. Y encima hacerme cargo de pedir más vino usando la palabra vino, como si lo que dijera pudiera ser exactamente igual a lo que ocurra...

--Qué menos se puede hacer por un amigo.

--Por la palabra amigo.

--Te escucho hablar y siento algo en el centro de la palabra pecho.

--La palabra amor.

--Y la palabra miedo.

--Siempre la palabra amor te ha llenado de la palabra miedo.

--Y la palabra mujer.

--Para la palabra mujer necesito más vino.

--El mozo no me ve.

--El mozo no ve a los lectores dadaístas que no existen. Lo llamo yo, mejor.

--Sería imposible seguir hablando de la palabra mujer sin la palabra vino.

--A mí tampoco me ve.

--La realidad nos desrealiza.

--¡Uf!

--Basta con que se me ocurra escribir sobre algo real para que lo real se vuelva imaginario.

--Y viceversa.

--Si no estuvieras aquí seguiría atormentado por la palabra llorar.

--Son los riesgos a los que nos expone la palabra mujer.

--Mirá que pasan cosas, eh?

--Grandes cosas.

--Grandísimas.

--Y todas las cosas que pasan, pasan con palabras.

--Es una constante.

--La palabra es la cosa más grande que pasa.

--Ajá.

--Pero la gente no lee poesía.

--Porque le tiene miedo a la palabra poesía.

--Hay palabras muy peligrosas.

--Por supuesto. No es lo mismo leer la palabra asesinato que la palabra poesía.

--Obvio. Uno tiene a qué atenerse con la palabra asesinato.

--Desde ya. Asesinato es una palabra practicable. Poesía, es una palabra inverosímil.

--Para mí, es muy peligrosa la palabra mujer porque me provoca cosas más extremas que la palabra muerte.

--Obvio, provoca la palabra vida. Y es más difícil ser fiel a la palabra vida que a la palabra muerte.

--Estamos jodidos.

--Y sin la palabra vino por beber.

--No terminaremos nunca.

--En esta página, no.

--¿Seguimos la próxima?

--Dale.



Miriam Cairo

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