domingo, 29 de enero de 2012

De acuerdo.. aunque no siempre tendría que ser dolor... claro!




"El mismo peligro de mostrar la realidad existe tanto en el teatro como en la vida. Uno elige si representarlo o no representarlo. Y yo elijo hacerlo. Porque, a veces, es necesario bajar al infierno con nuestra imaginación para no tener que hacerlo en la realidad misma. Si a través del arte podemos experimentar ese dolor, tal vez seremos capaces de cambiar nuestro futuro" Sarah Kane

....Nadie...?



Nadie te ha dado nada, tú lo sabes.
Y lo entiendes mejor cada mañana
cuando abres tu vacío a los primeros
rayos del sol. Entonces agradeces
tener por toda herencia tus sentidos
para ese instante alado de gorriones
que te hace despertar, para ese aroma
florido de la brisa más temprana.
Y lo entiendes mejor. Sabes que el tiempo
acabará con toda pertenencia,
con todo lo que aún no se posee,
y hasta con esas luces que te inundan
de su clara verdad. Nadie te ha dado
más que órdenes, leyes y consejos
a seguir, por las buenas o las malas;
tristezas en la noche, frases hechas,
remedios inservibles contra el frío
y un poco de otras muchas vanidades.
Pero tú lo agradeces. Así nunca
tendrás que devolver ciento por uno
de tales donaciones. Y lo entiendes
mejor cuando te acuerdas de ese día
en que habrás de partir, dejando sólo
unos versos escritos como ejemplo
de tu digna pobreza. Nadie cumple
más deseos por ir con su abundancia
sobre los hombros, por tener sus bienes
a salvo de un fracaso inoportuno.
Por eso, vive en paz con tu vacío,
con la luz matinal, con este aroma
de soledad en flor, con el silencio
que igual que tú, sin nadie, fructifica.



María Sanz (Sevilla, España, 1956) 

Galeano... otra vez Galeano... mil veces Galeano... gracias!.




LA MAQUINA

Tengo frío.
-Ponete así. Me gusta tenerte así.
-La pierna. Acá. Así.
-¿Estás bien?
-¿Y vos?
-Muy.
-Ah.
-¿De qué te reís?
-Para mí, fue una sorpresa. Quiero decir: después. Me parecía increíble que el mundo no hubiera cambiado. Me miré al espejo y yo tampoco había cambiado y me mordía los labios. Quise estudiar y no pude. Quise estar con mis amigas y no pude. Quise escribir cartas, quise trabajar. Quise dormir y tampoco pude.
-¿De eso te reís?
-No me bañé. Tenía tu olor en todo el cuerpo.
-¿De eso?
-No, no. Después te digo.
-Ahora.
-No, después.
-No me interesa.
-Entonces te lo digo. Lo bien que me caés. Eso.
-¿Eso? ¿Y entonces yo?
-¿Qué?
-Mucho más que eso. Contigo no siento miedo de nada.
-Mirá que no soy una santa. Me como las uñas. Te advierto.
-El miedo es una porquería.
-Y sí. Pero, ¿quién no siente miedo?
-¿Vos sentís?
-No tires ahí la… No seas chancho.
-¿Miedo de qué? ¿De que estemos así, como estamos?
-No sé. O sí sé. Siento, como cualquiera.
-Pero juntos, no. Juntos estamos a salvo. Al miedo lo ponemos bajo la suela del zapato y crash: lo aplastamos como a una porquería.
-Oigamé, Pirata. Prometamé, Pirata.
-La escucho. Prometo.
-¿En serio?
-Sí.
-Nunca vamos a dejar que esto se pudra. ¿Eh? No vamos a permitir nunca que esto se pudra.
-¿Nada más que eso? Es fácil.
-No.
-¿No qué?
-No es nada fácil.
-Si usted lo dice.
-Y nunca nos vamos a lastimar. ¿Nos prometemos eso? Es peligroso.
-¿Dejar el cuero en el alambrado?
-Algo así. Puede ser.
-Tanta alegría. Es un regalo. ¿Por qué nos vamos a joder? No me gusta que te pongas solemne.
-¿Qué hora es? Uy, hace dieciocho horas que estamos por levantarnos.
-Nos vamos a enfermar.
-Tendríamos que levantarnos.
-Nos vamos a evaporar.
-¿No íbamos a ir al cine?
-¿Cuándo fue eso? ¿Ayer? ¿Anteayer?
-¿No ibamos a bajar a comer?
-Sí. Tendríamos que levantarnos.
-Esto es mejor que Buster Keaton.
-Esto es mejor que todo.
-No hay nada que…
-Ponete así. Así. Me gusta dormir así.
-Vas a dormir.
-No. Zonzo. Quiero que te quedes. Quedate. Quiero.
-Yo también quiero. Cuando era chico, me alcanzaba con querer una cosa con muchas ganas, para que ocurriera. Cerraba los ojos, pensaba con todas mis fuerzas en eso que quería y zácale: ocurría.
-Cuándo yo era chica, lo que quería era un telescopio.
-¿Uno de esos grandes, que usan los astrónomos?
-Uno enorme. Yo lo había visto en el museo. Como no tenía telescopio, siempre me parecia que se había escapado alguna estrella.
-¿Y eso te importaba?
-Vivía deseando que se viniera la guerra. Una guerra bien grande, para mezclarme con los japoneses y robarme el telescopio. Alguien iba a romper los vidrios a patadas y yo iba a aprovechar y me iba a escapar corriendo con el telescopio entre los brazos. Pero solita no me animaba.
-Hubieras probado.
-¿Y vos?
-¿Yo? Yo era católico, cuando chico.
-¿Como es creer en Dios Mariano? Nunca creí.
-Como creer en la revolución, me imagino. Te da la misma alegría y la misma sensación de no estar solo. Cuando era chico, yo no sentía miedo nunca. Pero un buen día… No, nada.
-Me gusta escucharte.
-Nada.
-Andá, no seas malo.
-Dame un cigarrillo.
-Esperá, no apagues.
-Quiero decir que un buen día lo buscás y no está. Quiero decir: perdés a Dios como se pierde una cosa. Algo que se cae del bolsillo. Como se pierde un encendedor, así.
-Para mí, Dios era un señor de barba que metía miedo a los demás.
-Para mí no.
-Ya veo.
-Era mucho más que eso, para mí. Todavía no sé con qué se rellena ese agujero.
-Ahora es usted el que se puso solemne, Pirata.
-Puede ser, perdona.
-Pero… Mariano. Estás triste. Te vino la tristeza.
-No.
-¿No qué?
-No estoy triste.
-Sí estás.
-Sí. Estoy.
-No hay que hablar tanto.
-No.
-Uno no debería.
-Se arruina todo por culpa de las palabras.
-Sí.
-Mirá.
-¿Qué?
-Los pájaros, en la ventana.
-Hace rato que vienen pasando.
-Se va a venir tormenta, me parece, y nos vamos a mojar.
-Sí. Al irnos, nos vamos a mojar.
La canción de nosotros
Eduardo galeano.

Gracias por las flroes pariente...tu si sabes....




Artículo elaborado por Mario Vargas Llosa. Premio Nobel de Literatura 2010


Todas las flores del desierto están cerca de la luz.

Todas las mujeres bellas son las que yo he visto, las que andan por la calle con abrigos largos y minifaldas, las que huelen a limpio y sonríen cuando las miran. Sin medidas perfectas, sin tacones de vértigo. Las mujeres más bellas esperan el autobús de mi barrio o se compran bolsos en tiendas de saldo. Se pintan los ojos como les gusta y los labios de carmín de chino.

Las flores del desierto son las mujeres que tienen sonrisas en los ojos, que te acarician las manos cuando estás triste, que pierden las llaves al fondo del abrigo, las que cenan pizza en grupos de amigos y lloran sólo con unos pocos, las que se lavan el pelo y lo secan al viento.

Las bellezas reales son las que toman cerveza y no miden cuántas patatas han comido, las que se sientan en bancos del parque con bolsas de pipas, las que acarician con ternura a los perros que se acercan a olerlas. Las preciosas damas de chándal de domingo. Las que huelen a mora y a caramelos de regaliz.

Las mujeres hermosas no salen en revistas, las ojean en el médico, y esperan al novio, ilusionadas, con vestidos de fresas. Y se ríen libres de los chistes de la tele, y se tragan el fútbol a cambio de un beso.

Las mujeres normales derrochan belleza, no glamour, desgastan las sonrisas mirando a los ojos, y cruzan las piernas y arquean la espalda. Salen en las fotos rodeadas de gente sin retoques, riéndose a carcajadas, abrazando a los suyos con la felicidad embotellada de los grandes grupos.

Las mujeres normales son las auténticas bellezas, sin gomas ni lápices. Las flores del desierto son las que están a tu lado. Las que te aman y las que amamos. Sólo hay que saber mirar más allá del tipazo, de los ojazos, de las piernas torneadas, de los pechos de vértigo. Efímeros adornos, vestigios del tiempo, enemigos de la forma y enemigos del alma. Vértigo de divas y llanto de princesas.

La verdadera belleza está en las arrugas de la felicidad...

Exacto... (creo)... aveces... (creo).




No todo lo que escribo da como resultado una realización, resulta más una tentativa. Lo que también es un placer. Pues no todo quiero abarcar. A veces quiero sólo tocar. Después lo que toco a veces florece y los otros pueden tomarlo con las dos manos.
Clarice Lispector

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No puedo encerrarte:

eres la calle llena de gorriones y de locos.

No puedo ordenarte:

eres un amasijo oscuro de humedad lasciva.

No puedo alcanzarte:

eres el caballo que galopa sin destino.

No puedo amarte:

eres el saco de los miedos de la gente de bien.

No puedo pensarte:

eres la idea que me tiraniza en el insomnio.

Sin embargo, te puedo conocer:

eres como yo, con otra piel.



Miren Agur Meabe (Lekeitio, Bizkaia, España, 1962)

Quien dice que la poesía no puede hacerte reir....



En el fuego de la cocina calenté un ladrillo

lo llevé a la cama, del lado
donde yo no duermo

le dije: amor mío
cuánto te parecés al anterior
la misma mudez, la misma
carencia de ideas,
el mismo virgen corazón
de no haber sentido, nunca,
nada


Elena Anníbali.

Desde Argentina...





Tu mirada de fuego interpuesta entre mis ojos y los de cualquier otro;
La añoranza de la caricia de tus manos;
Sonreír como reflejo por tu nombre;
El dulce sabor perdido de tus besos;
Risas que se convirtieron en fantasmas y ahora deambulan por San Telmo;
Un color mediterráneo condenado a extinguirse en mi memoria;
Bailar con los ojos cerrados;
Canciones que por siempre serán nuestras;
El beso perfecto recibido entre las piernas;
El beso que te debo y ya no habré de darte;
Tu obelisco diseñado a mi gusto y medida;
Los poemas que te escribí en noches que no venían al caso como anotaciones al margen de mi historia;
La dulzura ausente después (la distancia y el hambre erosionan los modales);
Mi entrega;
Tu entrega;
Mis sentimientos;
Tus emociones;
Tu miedo a mi cariño;
Tu pánico a volver a enamorarte;
Tu confianza en mi patriótica lealtad;
Mi ilusión de que alguna vez estarías a la altura de las circunstancias;
La honestidad razonada;
Mensajes encerrados en botellas perdidas en el mar;
Pieles que duermen desnudas;
Brindar sin excusas ni razones, brindar de puro gusto;
Los espectros (en realidad, nunca se fueron);
Diplomacia preparándose para la guerra;
No saber lo que queremos;
No querer lo que necesitamos;
Lágrimas de noche y vestido de hielo para el día;
Hablar de más;
Hablar de menos;
Gritar de felicidad a los cuatro vientos;
Descubrirse gritándole a una pared;
La memoria de cuando todo;
Esta abundancia de nada;
No importarte más;
El acre sabor del “no se pudo”.


Elizabeth Auster (Argentina)

lunes, 16 de enero de 2012

....

....



Preparo café. Lo sirvo.
En mi cuarto, la taza de café sobre la mesa de noche
Mi cama, mi almohada
Dispongo mi placer de cada día
..... Una novela
.....Mi café
.....La cama
.....Un cigarro
Como si hiciera el amor en un hotel
Con un extraño
Cada tarde
Como si lo amara
Busco la novela, ansiosa. Tiene que hacerme olvidar, tiene que llevarme a otro lado ¿dónde quiero estar? ¿con quién?
Un hombre solo viaja por una carretera de Montana recoge a una mujer y hablan de sus vidas solas.
En un bar de Rock Springs, un hombre de 34 años conoce a una alcohólica de 40.
Madame Bovary se adorna para encontrarse con Rodolphe.
Charles llora, no dice, no sabe.
Ana ama a Vronsky, la matará la culpa después del gozo imposible.
Mi mano tropieza con la taza
el café caliente se derrama sobre la alfombra
.....mis piernas, la cama
.....los libros
Y empiezo a llorar
.....por el hombre solo y la mujer sola
.....por la alcohólica del bar
.....por Charles, por Ana, por mí.
Miro la taza vacía
El café derramado sobre mis piernas
La alfombra.
La cama.
Los libros.



Giovanna Pollarolo Giglio

What...?





Queridísimas Safo y Virginia
adorada Sei Shonagon
penetrante Simone
no quiero olvidarme de ti
ni de Margaret
ni de Lou
ni de Marguerite.
María Xosé acude puntual a la cita
y toma asiento, entre Luísa
-quería volverte a ver, perdona-
y Rosalía. Clarice fuma su silencio.
Fleur se dedica a ser elegante
como un puñal enfundado en piel vuelta.
Sor Juana Inés absorbe su tequila y me hace un gesto: te comprendo.

Me comprendéis?
Me comprendéis?

Sí, te comprendemos.


Habéis tenido hijos? Habéis llevado una casa, una nación
una tradición cultural, un ecosistema
una intuición y una esteatopigia
sobre el peso de vuestras espaldas
agitadas de plumas
y escotes de ángel?
Algunas hemos, sí. Otras no hemos, no.
Somos hermanas, entonces?
Lo somos.
No me mintáis. Os admiro.
Nadie te acusa entre nosotras. Para qué nos sigues convocando?

Me acuso de vivir viviseccionada
de no poder escribir lo que desearía y cuanto desearía
por sobredosis de mujeriosidad.
Me acuso de no haber parido la gran novela que prometía a los 12 años
sino un hijo, algo que, según Onetti o Jelinek
impide a las mujeres alcanzar el estatuto de verdaderas artistas.
Me acuso de no pertenecer a vuestra estirpe
de haberme separado de vosotras
de la esfera redonda de vuestra concentración
para mezclar mondas de patatas con teorías de redes
energía oscura del cosmos profundo con una superficial vida de provincias
la sofisticada vergüenza moral de Guantánamo con la emoción barata
de escuchar perorar a mi hijo.
Me acuso de no haber rapado mi cabeza
de no haber vendido todas mis ideas originales [entre 0 y 1] al mejor postor.
De no haber destacado.
De haberme sumido.
De haber dependido de los mass media para traspasar el tiempo.
Ninguna de vosotras hablaría como madre. A excepción de Rosalía
a quien todo se le permite.
No he vivido entre caníbales, Margaret.
No me he arrastrado por el vodevil parisino, Colette.
Ni siquiera he cambiado de sexo, Elisa. Nací mujer
y las leyes me han apoyado con cuotas femeninas. Sí, las leyes. Sólo las leyes.
Y en el fondo podría casarme contigo, Marcela
Chantal Maillard, Beatriz Preciado.
En el fondo, he podido abortar cuando he querido.
Y lo he reivindicado todo con el puño en alto y una matriz
de uranio empobrecido.

Sobrevuelo la vida y aquí me encuentro:
escribo sólo gracias a que mi madre
le lee un cuento a mi hijo
le lee un cuento a mi hijo al otro lado del mar de África
le lee un cuento a mi hijo bajo la galaxia Andrómeda
que nos devorará, por lo visto
y juntos, abuela y nieto, forman un sistema lateral en esas redes cuyos nodos son calcio
y espina dorsal de nuestra sociedad
lejos de Google
de McDo
y varios metros por encima del petróleo de mierda
que serpentea esta ciudad camuflado de Zara.
Abuela y nieto: un binomio estéril en la gran ecuación del universo
su expansión se explica sin ellos
la crisis se resuelve sin ellos
todo funciona sin ellos.

Menos yo.

Me diréis, qué nos importa? Noñerías.
Aporta algo a la causa femenina.

Qué aporto?
Un hijo varón.


Cambiarías un lugar en nuestro Parnaso por él?
Nunca.
Olvidarías escribir por él?
Sí.
Rechazas el tempo masculino, ese tempo de doncellas y sirvientas
ese tempo de secretarias y nodrizas
de lavanderas y microeconomistas
de agentes editoriales
y lumis
lumis mecanógrafas que copiarían esto de perlas
a cambio de estar con él?
Lo rechazo.
Eliges no vestirte en la Boutique Posteridad
por verle jugar a tu lado
como hace ahora
lumpenburguesa maldita
ingobernable occidentala al noroeste del sur
compresa de sangre arrojada a la pantalla que os refleja?
A pesar de todo, lo elijo.
Y el siguiente verso que iba a escribir
-mamá, dime si está bien de sal
conozco su fórmula química
pero no la proporción idónea en cada plato-
lo declino por servirle una cena caliente.
Y por si fuera poco, un baño.

Condenadme.
Queridas bastardas de vuestra propia estirpe.
Condenadme a ser una cualquiera.


Te condenamos.
Imbécil, te condenamos.
Ya eres una de nosotras.
Haz funambulismo para escribir cuatro líneas al día
y vigila
que el periodo no coincida demasiado con la inspiración
ni el embarazo con la escritura de tesis.
Como hemos hecho todas, bastarda de la letra e
como hemos hecho todas
con nuestro pelo achicharrado por el rayo del genio
bastarda y madre y monte de venus
como hemos hecho todas, mujerzuelas escritorzuelas madrezuelas
cazuelas y compotas
sabiendo a cuánto va el kilo de azafrán y el terabyte de ideas nuevas
con qué ángulo cuelgan nuestros pechos y la órbita terrestre
cuántas cocacolas hay en la nevera y en la Palestina de Arendt, cuántas naciones.
Ya eres una de las nuestras.
Te comprendemos, calla la boca.
Escribe, zorra.


2009



Estíbaliz Espinosa (La Coruña, España, 1974)

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