domingo, 23 de diciembre de 2007

clarice Lispector...


"Tengo miedo de escribir, es tan peligroso. Quien lo ha intentado, lo sabe. Peligro de revolver en lo oculto y el mundo no va a la deriva, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que colocarme en el vacío. "

Virginia Woolf... Las olas... fragmento


El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. "

Amelie Nothomb... "Cosmetica del enemigo" fragmento




"El enemigo es aquel que, desde el interior, destruye lo que merece la pena. Es el que te muestra la decrepitud contenida en cada realidad. Es aquel que saca a la luz tu bajeza y la de tus amigos (…). Es aquel que te hará sentir asco de ti mismo. Es aquel que, cuando entreveas el rostro de una desconocida, te revelará la muerte contenida en tanta belleza."



Te buscaré mucho más allá de lo que exige el tiempo


Y dormiré en cualquier lugar,


con quien me deje hacerlo


Y besaré todas las bocas intentando demostrar


Que sólo existe una...


Y en mi delirio arrastraré todas las cosas buenas


Hasta fundirlas en papel y hacer que den la vuelta


Y enroscarte en una idea hasta verte agua


No dibujarte


No dibujarte


Tal vez tratar de emborronarte…


Imaginarte hacia delante


Recuperarte en cualquier parte


Dilucidar qué es importante


Lo que mi furia considera indispensable


Y en el fragor de la batalla


Poder ponerte cualquier cara


Y en fin,


decir que estoy seguro que el pasado no te alcanza…


No te alcanza


Te inventaré


Te inventaré en cualquier mirada


Cualquier gesto


Cualquier cama…


Te inventaré cada mañana…


Ivan ferreiro


Sobrevivir

La realidad entera está en llamas, y no puedes mejorarla como frase. En los límites de la pérdida la realidad completa se aglomera en un hacinamiento volátil. Lo tuyo y lo de otro se consumen reclinadas contra la retina, puesto sobre la lisa palma de tu mano. Sólo el amor es la cosa grave, la gravedad la gravitación universal del mundo, en que con peso igual se queman Isaac Newton y una manzana. Nadie se baña dos veces en el mismo río, y tampoco puedes mejorarlo como frase. El mundo carece de sombra propia, la realidad es aceite en el que flota tu corazón. Hay puertas que se abren en el agua hirviendo: sales de un río y entras a un río; tus huesos tiritan de ignorancia bajo todos los umbrales, mientras tu alma incauta navega sustentada por desconocimientos y por plumas. El silencio reúne elocuencia y peligrosidades del primer grado, con posibilidades de palabras que son florecimientos de la epidermis, llagas y colores varios apilados formando una torre negra. Tus hermanos los cadáveres se calcinan en ese silencio, y las estalagmitas atraen relámpagos babeantes que nadie osa empuñar para el sacrificio de la realidad que se precipita sobre sí misma, con sus crepitaciones y sus llamas. Una playa de toallas secas a la orilla de la ducha rememora crujiente el paso de agua en que la realidad entera se comprime y entrega al enmugrecido inmóvil la ablusión de existir en dos instantes: en alabastro y en ónix, en la onomatopeya y en el miráculo, en la vida metafórica y en la muerte literal, en la cuna y en la cuja, llenas sus orejas del encajado frufrú de esas combinaciones. Las aves vuelan con las plumas encendidas, perforadoras del aire combustible, por cuyo sesgo cruzan sus demorados cuerpos hexagonales. En los desiertos del sur la luz horada el polvo y levanta columnas frágiles que el viento se lleva en llamaradas. Y aun lo irreal apoya la cabeza contra la de un fósforo que estalla ante la fisión de la mirada, presa también ella en un fuego inextinguible. Perdonado por lo imperdonable, blasonado tu pecho con las húmedas flores, clorofilas y cadmios de tu ramo: agua que eres y que empuñas, fluir en que te miras y eres, impecablemente a la deriva, conculcado. Y sales absorto de la bacanal, con las manos lavadas y un velero rotando contra el viento de tu sueño. Esponjas que son dardos buscan tu pecho, y encuentran tu pecho, y cruzan tu pecho, y olvidan tu pecho en sus huidas. Nadie se ríe dos veces en el mismo baño, ni frota un cuerpo con otro sin multiplicarlo. La conclusión banal y trágica es que la soledad es imposible sin la ayuda de un espejo. Y sales perplejo de la ermita, con las sienes heladas: y sales del escritorio anonadado, con los fémures calados; y sales del río y entras al río y sales del río, por un abismo de expiación compuesto de trampolines y de pórticos. Hay una hoguera en las doradas vísceras del cuy, la realidad entera sufre la mancha caliente de esa inacariciable mansedumbre. Tu casa arde mientras duermes, el mundo grita mientras reflexionas, los hornos gimen con las bocas abiertas agobiados por una ceniza que lacera tu frente perpleja, y flota hacia el suelo verde donde un millón de briznas se consumen para hacer una pradera. "

domingo, 9 de diciembre de 2007


EDITH WARTHON


Una mirada atrás (fragmento)" La vejez no existe; sólo existe la pena. Con el paso del tiempo he aprendido que esto, aunque cierto, no es toda la verdad. Otro generador de vejez es el hábito: el mortífero proceso de hacer lo mismo de la misma manera a la misma hora día tras día, primero por negligencia, luego por inclinación, y al final por inercia o cobardía. Afortunadamente, la vida inconsecuente no es la única alternativa, pues tan ruinoso como la rutina es el capricho. El hábito es necesario; es el hábito de tener hábitos, de convertir una vereda en camino trillado, lo que una debe combatir incesantemente si quiere continuar viva. Pese a la enfermedad, a despecho incluso del enemigo principal que es la pena, una puede continuar viva mucho más allá de la fecha usual de desintegración si no le teme al cambio, si su curiosidad intelectual es insaciable, si se interesa por las grandes cosas y es feliz con las pequeñas. Mientras ordenaba y escribía mis recuerdos, he aprendido que estas ventajas no dependen generalmente de los méritos propios y que es probable que yo deba mi vejez dichosa al antepasado que accidentalmente me dotó de tales cualidades. Otra ventaja (igualmente accidental) es que yo no recuerdo por mucho tiempo mis enfados. Raramente olvido una ofensa a mi espíritu, ¿quién la olvida? Pero la vida la recubre con un rápido bálsamo, y queda registrada en un libro que raras veces abro. "

...