sábado, 31 de diciembre de 2011

Y que SEA lo que SEA.....


FELIZ AÑO....


SOLO PUEDES ESCRIBIR TUS PROPÓSITOS DEL 2012, SI REPASASTE LA LISTA QUE HICISTE EN EL 2011...


Nada puede ser realmente Nuevo si uno lo vive desde viejas actitudes
Por eso te deseo y me deseo…
Que no se nos vaya nuestro tiempo de vida en asuntos que realmente no valgan la pena.
Nadie vino a este mundo a
…a encerrarse en un lugar seguro
…a lograr la aprobación de los demás
…a “matar el tiempo”
El tiempo es algo precioso: un recurso “no renovable”
Que miremos hacia atrás… solo para cerrar los asuntos pendientes.
Es el único modo que el pasado puede realmente “pasar”
…decir lo largamente callado
…hacerse cargo de los errores
…y pedir disculpas
y reconocer lo recibido
…y dar las gracias
comprender lo no comprendido
…dejar ir lo que ya “no es”
Cerrar lo inconcluso es comenzar a hacer espacio para lo Nuevo.
Que sepamos pedir ayuda cuando la necesitemos, para volver a pararnos sobre nuestro propios pies.
Dejarse ayudar es un buen antídoto para la omnipotencia o la necedad
Que sepamos ayudar a quien lo necesite…
…sin perdernos en el otro,
…sin invadir ni manipular,
…sin generar dependencia
…sin forcejear para que nadie cambie lo que no está dispuesto a cambiar.
Ayudar requiere el ejercicio de una solidaridad inteligente, conciente de sus trampas y de sus límites.
Que permanezcamos abiertos a encontrar verdaderos compañeros de camino, afines a nuestra mas intima Esencia
Como decía Vinicius “La vida es el arte del encuentro”
No nos escondamos de la vida
Vivir VIVO es poco frecuente entre los seres humanos. Lo logran quienes trabajan para abrir su sensibilidad y su conciencia.
Que seamos parte de aquellos que más que “un año nuevo” celebran cada día “un dia nuevo”, intensamente vivos.
Y es que hay un único tiempo:
Ahora:

Te deseo lucidez para cada día que tu sensibilidad se abra y florezca.

Pedro Banchik

Si debo ser honesta, tengo que decir que al final de cada año, en ese momento de "hacer cuentas" con todo lo acontecido, siempre me queda la sensación de que "salgo debiendo", me siento afortunada, y, yyyyyyy no es cuestión de modestias, de falsas humildades, ni tiene que ver tampoco con baja autoestima, ni blah blah, simplemente es mi sentir, me siento afortunada, y lo tomo como un reto para hacer y ser mejor. Ser tu peor enemiga y a la vez tu mejor amiga, no es cosa fácil, las guerras que suceden en todo lo que te mueve no son fáciles, pero definitivamente cumplen su cometido. Quisiera ser menos exigente, y debo aceptar que exigente no es sinónimo de conformarse.

Espero el proximo 2012 sea un año de crecimiento, y que en lo posible no sea  a base de trancazos, tengo planes, y espero que al final del 2012 pueda decir que los logré. Lo malo de mis planes es que todos dependen de mi, y entonces no puedo echarle la culpa a nadie de no haberlos alcanzado.

Gracias.......! a todos gracias. No importa si te conozco o no, igual, gracias.... Bendiciones y que tu 2012 venga lleno de salud, propósitos cumplidos, momentos gratos e inolvidables, buena compañía y por supuesto dinero también!!! si se puede mucho para repartir jajaja...

FELIZ AÑO...

martes, 27 de diciembre de 2011

Qué es mejor?





Me han dicho

—a modo de crítica—
que vivo en la luna.
Les he dicho
—a modo de crítica—
que viven en la Tierra.
Jaime Jaramillo Escobar.

Si... y que...



DETESTO

Detesto a la gente que me condena
sin tomarse la molestia de conocerme.
No soporto a los que no miran de frente,
a los que miran por encima del hombro,
a los que hablan a la espalda.
Aborrezco a aquellos que te valoran
por lo que tienes o,
peor,
por lo que no tienes.
Me repugnan los que creen que el dinero
lo compra todo y a todos.
Maldigo a quienes no respetan la vida
y ponen en manos de críos
máquinas de matar y no juguetes.
Me aburren quienes no tienen nada que decir
y se conforman con lo que dicen los demás.
No aguanto la envidia.
Censuro la maldad.
Reniego de la mentira.
Me apenan los que traicionan
la palabra confianza.
Desapruebo las batallas,
si no son por amor.
Sin embargo,
valoro a quienes se toman
la molestia de conocerme
antes de juzgarme.
Me seducen los que me miran
cara a cara,
con mirada franca.
Aprecio a quienes me quieren
por lo que tengo
y lo que perdí.
Me cautivan los que no venden su alma,
la regalan.
Admiro a quienes saben
hacer felices a los demás,
a los que regalan a un niño un sueño,
una esperanza, una ilusión.
Me interesan quienes miran hacia dentro
y descubren que necesitarían dos vidas
para explicar todo lo que ven.
Me entusiasma la generosidad.
Alabo la bondad.
Bendigo la verdad.
Me alegra poder conjugar,
día tras día,
el verbo confiar.
Apruebo las batallas que
se ganan con palabras,
 [Esther Vallbona

Y tú?? eres pez o pescado????




Solo los peces muertos siguen la corriente del río.

...


....


Tú aquí lloras, y allí bailan.
Y allí lloran en tu lágrima.
Allí fiesta, allí alegría.
Sin saber nada de nada.
Casi luz en los espejos.
Casi llamas de unas velas.
Casi patios y escaleras.
Casi puños, casi gestos.
El hidrógeno informal y el oxígeno a la par.
Los granujas cloro y sodio.
Ese golfo del nitrógeno en cortejo.
Que se alza, se evapora.
Gira y gira bajo el cielo.
Tú aquí lloras, a eso juegas.
Eine kleine Nachtmusik.
¿Tú quién eres, bella máscara?






Wislawa Szymborska (Kornik, Polonia, 1923)
de Mil alegrías -Un encanto, 1967

Sssssht



Comprender, no el para qué, sino la necesidad del para qué.
Alejandra Pizarnik

Soy y no....

No soy una mujer sensible,
de aquellas que conversan en voz baja,
mientras se masturban el alma.
No sé hacer
mermelada de manzana,
ni mentir con caída de párpados,
ni sé envolver con celofán azul
de palabras
a aquél hombre,
para regalármelo,
y dormir en su espalda.
No soy una mujer tranquila,
que mastica mantequilla,
con la lentitud de una larva.
Tampoco soy una mujer dulce,
que con la miel de su voz,
a su víctima atrapa.
Soy
un lago de escombros,
que escombros deja,
allá por donde pasa.
Soy
una ciudad bombardeada.
- Leticia Vera

.....



¿Qué máscara nos ponemos o que máscara nos queda cuando estamos en soledad, cuando creemos que nadie, nadie nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima, nos ataca?
Sobre Heroes y Tumbas -  Ernesto Sábato

jueves, 22 de diciembre de 2011

Interesante....

TIPOS DE GOBIERNOS :)
Socialismo: Tú tienes 2 vacas. El estado te obliga a darle 1 a tu vecino.
Comunismo: Tú tienes 2 vacas. El estado te las quita y te DA algo de leche.
Fascismo: Tú tienes 2 vacas. El estado te las quita y te VENDE algo de leche.
Nazismo: Tú tienes 2 vacas. El estado te las quita y te dispara en la cabeza.
Burocratismo: Tú tienes 2 vacas. El estado te pierde una, ordeña la otra y luego tira la leche al suelo.
Capitalismo tradicional: Tú tienes 2 vacas. Vendes una y te compras un toro. Haces más vacas. Vendes las vacas y ganas dinero. Luego te jubilas rico.
Capitalismo moderno: Tú tienes 2 vacas. Vendes 3 de tus vacas a tu empresa que cotiza en bolsa mediante letras de crédito abiertas por tu cuñado en el banco. Luego ejecutas un intercambio de participación de deuda con una oferta general asociada con lo que ya tienes las 4 vacas de vuelta, con exención de impuestos por 5 vacas. La leche que hacen tus 6 vacas es transferida mediante intermediario a una empresa con sede en las Islas Cayman que vuelve a vender los derechos de las 7 vacas a tu compañía. El informe anual afirma que tu tienes 8 vacas con opción a una más. Coges tus 9 vacas y las cortas en trocitos. Luego vendes a la gente tus 10 vacas troceadas. Curiosamente durante todo el proceso nadie parece darse cuenta que, en realidad, tú sólo tienes 2 vacas.
Economía japonesa: Tú tienes 2 vacas. Las rediseñas a escala 1:10 y que te produzcan el doble de leche. Pero no te haces rico. Luego ruedas todo el proceso en dibujos animados. Los llamas ‘Vakimon’ e incomprensiblemente, te haces millonario.
Economía alemana: Tú tienes 2 vacas. Mediante un proceso de reingeniería consigues que vivan 100 años, coman una vez al mes y se ordeñen solas. Nadie cree que tenga ningún mérito.
Economía rusa: Tú tienes 2 vacas. Cuentas y tienes 5 vacas. Vuelves a contar y te salen 257 vacas Vuelves a contar y te salen 3 vacas. Dejas de contar vacas y abres otra botella de vodka.
Economía china: Tú tienes 2 vacas. Tienes a 300 tíos ordeñándolas. Explicas al mundo tu increíble ratio de productividad lechera. Disparas a un periodista que se dispone a contar la verdad.
Capitalismo americano: Tienes dos vacas. Vendes una y fuerzas a la otra a producir la leche de cuatro vacas. Te quedas sorprendido cuando ella muere.
Economía iraquí: Tú no tienes vacas. Nadie cree que no tengas vacas, te bombardean y te invaden el país. Tú sigues sin tener vacas.
Economía india: Tú tienes 2 vacas. Las pones en un altar para adorarlas. Después sigues comiendo arroz al curry.
Economía suiza: Hay 5000000000 vacas Es obvio que tienen dueño pero nadie parece saber quién es.
Economía francesa: Tú tienes 2 vacas. Entonces te declaras en huelga, organizas una revuelta violenta y cortas todas las carreteras del país, porque tú lo que quieres son 3 vacas.
Economía neozelandesa: Tú tienes 2 vacas. La de la izquierda te parece cada día más atractiva
Capitalismo italiano: Tienes dos vacas. Una de ellas es tu madre, la otra tu suegra, ¡¡maledetto!!!
Capitalismo británico: Tienes dos vacas. Las dos están locas.
Economía española: Tú tienes 2 vacas, pero no tienes ni idea de donde están. Pero como ya es viernes, te bajas a desayunar al bar que tienen el Marca. Si acaso, ya te pondrás a buscarlas el miércoles después del puente de San Aniceto
Capitalisme Català: Tu tens 2 vaques, una te la roba l'estat espanyol, a l'altre li retalla les potes l'Artur Mas i el que en queda t'ho menges per sopar mirant el Barça sense queixar-te

Rosemary Urquico....




Date a girl who reads. Date a girl who spends her money on books instead of clothes. She has problems with closet space because she has too many books. Date a girl who has a list of books she wants to read, who has had a library card since she was twelve.


Find a girl who reads. You’ll know that she does because she will always have an unread book in her bag.She’s the one lovingly looking over the shelves in the bookstore, the one who quietly cries out when she finds the book she wants. You see the weird chick sniffing the pages of an old book in a second hand book shop? That’s the reader. They can never resist smelling the pages, especially when they are yellow.

She’s the girl reading while waiting in that coffee shop down the street. If you take a peek at her mug, the non-dairy creamer is floating on top because she’s kind of engrossed already. Lost in a world of the author’s making. Sit down. She might give you a glare, as most girls who read do not like to be interrupted. Ask her if she likes the book.

Buy her another cup of coffee.

Let her know what you really think of Murakami. See if she got through the first chapter of Fellowship. Understand that if she says she understood James Joyce’s Ulysses she’s just saying that to sound intelligent. Ask her if she loves Alice or she would like to be Alice.

It’s easy to date a girl who reads. Give her books for her birthday, for Christmas and for anniversaries. Give her the gift of words, in poetry, in song. Give her Neruda, Pound, Sexton, Cummings. Let her know that you understand that words are love. Understand that she knows the difference between books and reality but by god, she’s going to try to make her life a little like her favorite book. It will never be your fault if she does.

She has to give it a shot somehow.

Lie to her. If she understands syntax, she will understand your need to lie. Behind words are other things: motivation, value, nuance, dialogue. It will not be the end of the world.

Fail her. Because a girl who reads knows that failure always leads up to the climax. Because girls who understand that all things will come to end. That you can always write a sequel. That you can begin again and again and still be the hero. That life is meant to have a villain or two.

Why be frightened of everything that you are not? Girls who read understand that people, like characters, develop. Except in the Twilightseries.

If you find a girl who reads, keep her close. When you find her up at 2 AM clutching a book to her chest and weeping, make her a cup of tea and hold her. You may lose her for a couple of hours but she will always come back to you. She’ll talk as if the characters in the book are real, because for a while, they always are.

You will propose on a hot air balloon. Or during a rock concert. Or very casually next time she’s sick. Over Skype.

You will smile so hard you will wonder why your heart hasn’t burst and bled out all over your chest yet. You will write the story of your lives, have kids with strange names and even stranger tastes. She will introduce your children to the Cat in the Hat and Aslan, maybe in the same day. You will walk the winters of your old age together and she will recite Keats under her breath while you shake the snow off your boots.

Date a girl who reads because you deserve it. You deserve a girl who can give you the most colorful life imaginable. If you can only give her monotony, and stale hours and half-baked proposals, then you’re better off alone. If you want the world and the worlds beyond it, date a girl who reads.

Or better yet, date a girl who writes."









Rosemary Urquico (Filipinas)
en respuesta a Salir con chicas que no leen, de Charles Warnke
Traducción de Cristina Esguerra

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.


O mejor aún, a una que escriba.

Cartas nada más...

"Y todo esto viene a cuento porque estaba yo solo, con mi dolor de muela y leyendo que usted camina por estas tierras. Entonces pensaba yo que usted, tal vez, estaría de buen humor y magnánimo y que podría contarle yo la historia de los dolores de muelas, mi frustrada carrera como cantautor y una muchacha que está demasiado lejos." 



Ejército Zapatista de Liberación Nacional
18 de Octubre de 1996
(como a las no sé cuántas de la madrugada)
A: Joaquín Sabina
Planeta Tierra
De: Subcomandante Insurgente Marcos
CCRI-CG del EZLN
Montañas del Sureste Mexicano, Chiapas
México


Don Sabina:


Don Sabina


Yo sé que le parecerá extraño que le escriba, pero resulta que me duele la muela y, según acabo de leer, usted camina ahora por estas tierras que, mientras no acaben por venderlas también, siguen siendo mexicanas. Entonces pensé yo que, aprovechando que me duele la muela y que usted camina ahora bajo estos cielos, pudiera yo escribirle y saludarlo e invitarlo a echarse un “palomazo” con el Sup (a larga distancia, se entiende). ¿Qué dice usted? ¿Cómo? ¿Que qué tiene que ver el dolor de muela con el “palomazo”? Bueno, tiene usted razón, debo explicarle entonces la muy extraña relación entre el dolor de muelas, el que usted camine por estas tierras, la larga distancia y una muchacha. No, no se sorprenda usted de que ahora haya aparecido una muchacha. Siempre aparece una, vos lo sabés Sabina.
Bien, resulta que cuando yo pasaba por esa etapa difícil en que uno descubre en que ya no es más un niño y tampoco alcanza a ser un hombre (esa etapa, vos lo sabés Sabina, en que las féminas se transmutan de molestas a interesantes y hay que ver la de problemas que esto provoca), conocí a un viejo que, sin que se lo pidiera, decidió que tenía que darme un consejo sobre esos seres incomprensibles pero tan amables que eran, y son, las mujeres.
“Mira muchacho —me dijo— la vida de un hombre no es más que la búsqueda de una mujer. Fíjate que digo ‘una mujer’ y no ‘cualquier mujer’. Y por ‘una mujer’, muchacho, me estoy refiriendo a una de “única”. El problema está en que el hombre siempre queda con la duda de si la mujer que encontró, si es que encuentra alguna, es esa ‘una mujer’ que estaba buscando. Yo ya estoy viejo y he descubierto una fórmula infalible para saber si la mujer que uno encontró es la ‘una mujer’ que estaba uno buscando...”
El viejo se detuvo a ver hacia todos lados, como temiendo que alguien más lo escuchara. Yo sentí que algo muy importante estaba a punto de serme revelado, así que puse cara de circunstancia y saqué discretamente un papelito y un lapicero para tomar nota, no fuera a ser que se me olvidara la fórmula (de por sí batallaba mucho con las matemáticas). El viejo carraspeó y, sin poner atención en mi papelito y mi lapicero, me confió:

“Si tú le dices a una mujer que te duele una muela y ella, en lugar de mandarte al dentista o darte un analgésico, te abraza y deja que recuestes la mejilla en sus pechos, entonces, muchacho, esa mujer es la ‘una mujer’ que andabas buscando...”
Yo me quedé perplejo, pero como quiera tomé nota de la fórmula. A mí nunca se me había ocurrido que debía pasarme la vida buscando una mujer, por más que esa mujer fuera “una de única”. A mí se me ocurrían cosas más concretas y factibles, como ser bombero, conquistar el mundo o construir un avión que se controlara sólo con el pensamiento. Respecto a las mujeres, yo me tenía en muy alta estima y estaba más propenso a que esa “una mujer” me encontrara a mí, que a buscarla yo...
Yo tenía como 10 años y una maestra de piano de la que, por supuesto, estaba enamorado. Mi mayor empeño consistía en mirarle unos pechos que se adivinaban como el mejor remedio dental que tenía a la vista. Por supuesto que le apliqué la fórmula, pero ella sólo se me quedó viendo y me dijo que era un pretexto para no practicar en el teclado. Yo de por sí ya sabía que ella no era la mujer de mi vida, 15 años y un piano se interponían entre nosotros.
En fin, el caso es que, como quiera, seguí el consejo del viejo. Ya se imaginará usted, Don Sabina, el desconcierto que provocaba en las muchachas el hecho de que, en cuanto se presentara la oportunidad de estar solos (ese momento en el que el resto de los mortales aprovechan para acercar una mano o unos labios), yo me llevaba la mano a la mejilla y declaraba solemnemente que me dolía la muela...
Es cierto que en esa época no conseguí ninguna, pero acumulé una importante cantidad de analgésicos, antiinflamatorios, antibióticos y, por supuesto, tarjetas de dentista.
A mí ni se me ocurrió que la fórmula estuviera mal. Así que achaqué mis primeros fracasos a la falta de autenticidad en mi dolor de muelas. Por tanto me di a la dulce tarea de picarme las muelas. Y digo “picarme las muelas” en un sentido literal y no sólo comiendo dulces y bebiendo refrescos. Con clips y palillos, después de una paciente labor de meses, logré picarme dos muelas con tanto éxito que tuve que acompañar la estrategia con una fuerte dosis de antibióticos. Repetí la fórmula, ahora con la confianza de saberme auténtico, y los resultados siguieron siendo magros.
Así hubiera seguido adelante, acabando con mis muelas, si no es porque, ya adolescente, encontré a otro viejo que, cruel, me dijo:
“Mírate en un espejo y así sabrás por qué no tienes éxito con las chamacas. Tu problema está en la cara. Más bien en tu nariz. A los feos, las muchachas no les hacen caso... a menos que sean cantantes”.
¿“Cantantes”? Bueno, esta nueva fórmula le daría reposo a mis muelas (que por lo demás ya estaban definitivamente destrozadas) y me obligaría a un cambio radical en la estrategia. Claro que el problema entonces era saber qué se necesitaba para ser cantante. Resulta que no era tan sencillo como usar palillos y clips. Leí todos los manuales que pude: manuales de carpintería, cerrajería, electrónica, radio y tv, mecánica, y hasta tomé dos cursos por correspondencia, uno de piloto aviador y otro de detective privado.

Créame Don Sabina, que fue muy duro para mí darme cuenta que, con todos los avances de la ciencia y la técnica, no existe todavía ningún manual para ser cantante. Después, escuchando canciones, me di cuenta de que el problema era mayor ya que una cosa era ser “cantante” y otra más difícil era ser “cantautor” o “canta-autor” (vos lo sabés Sabina). Entonces hice trampa, es decir, escribí algunos poemas (o como se llamara lo que escribía) y dejaba siempre pendiente la música.
Por supuesto que seguí cosechando fracasos con las mujeres, pero a cambio logré darle una tregua a mis muelas y juntar una gran cantidad de papeles, papelotes, papelitos y, sobre todo, papelones (vos lo sabés Sabina) con poemas.
Seguro que todo este dilatado relato no le resuelve, Don Sabina, el misterio de la relación entre dolor de muelas, su caminar por estas tierras, la larga distancia y una muchacha. No se desespere usted, ya verá cómo al final de todo (vos lo sabés Sabina) las piezas se acomodan. Bien, continúo:
Resulta que (vos lo sabés Sabina) hay ahora una muchacha que está demasiado lejos y entonces pensé que usted, Don Sabina, podría echarme una mano y una tonadita (mire que no es lo mismo pero pudiera ser igual). Y usted podría echarme una mano si me permitiera tutearlo y, cómplice como ha sido antes sin saberlo, fingiera usted que nos conocemos desde hace mucho tiempo y que, por tanto, es perfectamente natural que usted reciba una carta del Sup redactada en los siguientes términos:
"Sabina (sí, ya sé que te desconcierta este inicial e irreverente tuteo, pero tú compórtate como si tal cosa): 'He trabajado arduamente en los últimos días en la letra que me encargaste para tu nueva canción (¡vamos, quita ya esa cara de espanto!, ya sé que no me has encargado ninguna letra para ninguna canción, pero sígueme la corriente para despistar al enemigo) pero ha sido inútil. No me sale nada original. Así las cosas, busqué en el cofre del pirata y sólo encontré un viejo y mohoso poema, que no es tan viejo y tal vez ni a poema llegue, que te puede servir si le das un poco de aliño. Es ideal para ponerle música y escalar con velocidad el hit parade internacional (no me preguntes si para arriba o para abajo), pero tú ya sabes que a nosotros los artistas (sigue fingiendo demencia, no denotes la menor sorpresa) no nos importa la fama (bueno, no mucho).
En este caso particular, a mí sólo me interesa una muchacha que está demasiado lejos para que pueda yo musitarle al oído este poema y arrancarle así, vos lo sabés Sabina, una sonrisa o una lágrima. Porque es de todos conocido que arrancar una sonrisa o una lágrima de una muchacha que está demasiado lejos, es una forma de que no siga estando demasiado lejos, vos lo sabés Sabina. El poema dice, más o menos, así:
Como si llegaran a buen puesto / mis ansias, / como si hubiera dónde / hacerse fuerte, / como si hubiera por fin / destino para mis pasos, / como si encontrara / mi verdad primera, / como traerse al hoy / cada mañana, / como un suspiro / profundo y quedo, / como un dolor de muelas / aliviado / como lo imposible / por fin hecho, / como si alguien / deveras me quisiera, / como si, al fin, / un buen poema me saliera. / Llegar a ti.
La tonadita puede ir más o menos así: tara-tarara- tarirara-etcétera, vos lo sabés Sabina. El título de la canción podría ser ‘Canción para una muchacha que está demasiado lejos’, o ‘Un dolor de muelas para ella’, o ‘Un dolor de muelas, Sabina, la larga distancia, una muchacha y el Sup’. En fin, ya se te ocurrirá algo. El crédito puede ser ‘Letra: el Sup. Música: Joaquín Sabina’, o ‘Letra y música: Joaquín Sabina (a petición del Sup)’ o como quieras.
“Vale. Salud y ojalá ella entienda.
“El Sup”.
Esa podría ser la carta que usted recibiera y aceptara, Don Sabina.
Y todo esto viene a cuento porque estaba yo solo, con mi dolor de muela y leyendo que usted camina por estas tierras. Entonces pensaba yo que usted, tal vez, estaría de buen humor y magnánimo y que podría contarle yo la historia de los dolores de muelas, mi frustrada carrera como cantautor y una muchacha que está demasiado lejos.
Y pensaba yo que podría escribirle una carta tuteándolo y pidiéndole una tonadita para un mohoso poema. Y pensaba yo que usted me perdonaría el tuteo y el pedirle una tonadita para acercar a una muchacha que está demasiado lejos, y que así se completaría el rompecabezas del inicio.
Y no para que me dispense es que le cuento todo esto Don Sabina, sino para que comprenda. Y comprender, vos los sabés Sabina, es otra forma de absolver.
Vale. Salud y ya sabe usted, si le sobran por ahí un analgésico o una tonadita, no dude en mandármelos. Ambas cosas se agradecen en este asfixiado pecho que le escribe...
Desde las montañas del Sureste Mexicano.


Fuentes:

Tal vez...



Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.
Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.
Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.
Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...

No todo habla de mi....


No todo lo que subo aquí se trata de mi.. no todo dice o cuenta algo de mi... quita tu cara de espanto, de susto, deja de persignarte... no todo habla de mi. soy coleccionista de frases, de cosas que me gustó leer... sólo es eso.



De nuevo esta oscura sensación de extrañeza que me atraviesa en oleada y me clava contra mí misma. Alrededor, todo se vacía. Todo lo que conozco toma el aspecto de lo desconocido. La extrañeza es eso, precisamente eso, a medio camino entre lo conocido y lo desconocido. La extrañeza no es provocada por lo que se desconoce, por lo absolutamente otro, por lo nuevo, no, sino por el hecho de que en lo conocido se inmiscuye un elemento ajeno que descompone el conjunto y lo ofrece como si fuese otro, pero sin serlo del todo porque aún es lo nuestro, aunque curiosamente transformado, curiosa y espantosamente desfigurado. Es así, queriendo recordar lo antiguo ahí donde, al parecer, nos es negado, queriendo afirmar la negación y no pudiéndonos impedir negar lo que afirmamos, es así como se instala la extrañeza, invadiendo el cuerpo como el vaho cuando asciende, de madrugada, llenando el valle y los cristales de las ventanas. La extrañeza es un vuelco en el que, de quedarnos, aprenderíamos a morir, de pie, estando vivos, pues todo alrededor se vuelve ajeno, el propio cuerpo incluso, la forma de las manos, la voz que nos oímos, y el cerco que se estrecha aprisionando qué, un algo de conciencia, una mirada vuelta hacia qué, una forma estirada, tenue, algo como un suspiro, algo inmóvil o mejor, inmovilizado, con ojos, sí, con ojos que no entienden, que no entienden entendiendo, sabiendo que no entienden, creyendo que deberían, y luego se dan cuenta de que entender era un error porque entender siempre es reconocer y esto es como repetir un sueño, pasar una y otra vez la misma imagen creyendo que se avanza, creyendo que todos juntos vamos avanzando cuando en realidad lo que hemos hecho ha sido detener la imagen, pasar una y otra vez la misma secuencia, y la llamamos cama, espejo, taza, y la llamamos yo, nosotros a la diez de la noche, y la llamamos trabajo, calle, vida, y luego advertimos que nuestra vida era una imagen, una de tantas imágenes retenidas creando la impostura, la ilusión del tiempo, hasta que todo se detiene en un instante, y sobreviene ese tiempo sin tiempo, ese aliento, ese vaho que acude como un mareo, y entonces nada es semejante a lo que era, todo bascula, y en ese ser, ese algo inmovilizado surge como una nostalgia de lo que hubiese sido de haber sido cierto todo aquello, y una gran soledad, la que siempre se encuentra en el inicio, cuando todo está, aún, por hacer.

Y es más extraña aún, la extrañeza, cuando se cuela en esos pocos, escasísimos momentos en los que, sin razón alguna, una se siente "bien". La joie de vivre que, como cantaba Barbara, nous prend par les reins, sobreviene sin razón, de la misma manera que sobreviene el mal de vivre, sin razón.
“Esto también pasará”, la frase de aquel sabio indio que he colocado a modo de saludo personal en mi teléfono móvil, ha de poder aplicarse a todo lo que agrada tanto como a lo que desagrada; ha de tenerse en cuenta en la felicidad tanto como en el dolor. Quien sabe aplicarla no se extraña, pues está a medio camino de ser quien es y de no serlo, a un tiempo sujeto y objeto de sí mismo y, en el intervalo, justo en medio, ahí donde se localiza el punto muerto, en aquel punto halla la sabiduría, la equidad de Confucio, la indiferencia del Buddha.

Creemos que la alegría de vivir, cuando ocurre, ocurre sin razón, mas no es cierto. Aunque no lo sepamos, algo, en alguno de los planos de esta nuestra extraña materia, lo sabe. Sabemos sin saber. No sabemos sabiendo. Nos damos cuenta de ese saber después, cuando la razón de ser aparece. Y ella también aparece después. El cuerpo la presentía, la conocía como conoce las intenciones ajenas cuando nos atañen, sin saber de ellas.

Chantal Maillard, Filosofía en los días críticos

Toledo Keyser

Quiero la historia de antes
y las incógnitas que me esperan

Capturar el objeto que pasa inadvertido
como soplo de otros tiempos

La espiritualidad de lo mínimo
el valor de lo simple

La levedad de la superficie
las arrugas imperceptibles en el agua

Quiero lo que escondiste
quiero volver a verte

Quiero tu curriculum vitae
quiero lo que me prometiste

Lo que es y aún sigue siendo
lo que aún siendo no es
y aún no siendo
voy a su encuentro.


Eugenia Toledo Keyser

................

...