miércoles, 31 de octubre de 2012

No tengo ganas de dormir... pero debo...

BORGES Y YO

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Seria exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro.

Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.

El hacedor, Jorge Luis Borges

sábado, 27 de octubre de 2012

Gracias...




A los bloguer@s por los mensajes recibidos en mi correo....GRACIAS...

Si los leo
si los veo
si los sigo

Gracias por seguir este espacio en el que nada es mío, pero al mismo tiempo todo lo es. Un texto entero, un fragmento, en ocasiones una sola palabra es suficiente para que me haga adueñarme de lo que leo. No todo habla de mi, pero no significa que no mueva alguna fibra.

Gracias por escribir durante el pequeño paréntesis. no me morí ni nada parecido. simplemente un pequeño y necesario receso. Me apena no responderles. mis razones tengo. y esto es solo para agradecer y disculparme si la señal es la de una persona insensible e irrespetuosa. que siiiiii también lo soy. pero no con todo. ja!.

Gracias. y gracias por entender....

cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia... o incidencia... o reincidencia....

ASCENDENTE LIBRA

Conoceréis el amor y entonces
pensaréis en la muerte;
reconoceréis la belleza y entonces pensaréis
en la maldición del paso del tiempo.
Leeréis un verso y recordaréis
que la fruta se pudre,
que la violencia impera;
veréis una joven hermosa
y pensaréis en huesos y en polvo.
Conoceréis la paz y oiréis el eco del grito;
os llevarán al mar y os asombrará
la certeza del llano
que es devastado por el fuego.
Conoceréis el deseo y entonces
temeréis el fin de la tierra.

Pero, otras veces,

conoceréis la muerte y pensaréis en el amor,
reconoceréis la maldición del paso del tiempo
y os haréis súbditos incorruptibles
de la belleza.


viernes, 26 de octubre de 2012

Solo curiosidad....

Que será eso que me sucederá y me hará decir: ahora si.. ya puedo morir en paz…. ?

Perdón por no saber quien lo dijo!!! PERDÓN... pero me encantó. TODO. todo en grande!

Habrá que encontrar un lugar para esconderse,
o habrá que entrometerse un poco más..
Habrá que desempolvar el disfraz de valiente,
y salir a tropezar..
Habrá que hacer lugar en los cajones, o habremos de salir a descartar..
Cualquier idea nueva te descuelga en una tarde,
que esperamos probar..
Habrá que alborotar el avispero para hacer más placentero,
soportar este aguijón,
o habrá que encomendarnos a esa nada,
que dejamos maniatada cuando todo nos salió..
Habrá que barajar y dar devuelta,
sin esperar que nos venga un puto as..
Habrá que apagar otro cigarrillo y aguantar para contar..

Habrá que ver porqué estoy tan cansado,
habrá que hay mucha sopa por tomar..
Habrá que serte infiel con la consciencia amada noche,
habrá que descansar..
Habrá que sondear muchos agujeros,
habrá que ya sabemos, no hay persona que sea igual..
Habrá que acabar este polvo eterno,
y bancar que la semilla se haga planta de verdad..
Habrá que escudriñar en las vidrieras,
para ver si hay una oferta que podamos regatear..
Habrá que tengo un techo con goteras,

y lo tengo que arreglar

Quiero una nueva mascota.



"Pero yo sé guardar y usar lo triste
 y

lo barato en el mismo bolsillo
 donde
 llevo esta vida que ilustrará las biografías."

Julio cortazar

martes, 16 de octubre de 2012

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La para siempre seguridad de estar de más en el lugar en donde los otros respiran.

De mí debo decir que estoy impaciente porque se me dé un desenlace menos trágico que el silencio. Feroz alegría cuando encuentro una imagen que me elude.

Desde mi respiración desoladora yo digo:
que
 haya
 lenguaje
 en donde
 tiene
 que
haber silencio.

Alguien no se enuncia.
Alguien no puede asistirse.

Y tú no quisiste reconocerme cuando te dije lo que había en mi, que eras tú.

Ha tornado el viejo terror: haber hablado nada con nadie.

Esto pertenece a mi repetición de experiencias.
ALEJANDRA PIZARNIK

domingo, 14 de octubre de 2012

A medias nada sirve... se es o no se és.

Para ser grande, sé entero: nada tuyo exageres o excluyas. Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres en lo mínimo que hagas. Así la luna entera en cada lago brilla, porque alta vive.


FERNANDO PESSOA.

,


Si en todos los idiomas de la tierra existe la palabra felicidad,

es verosímil que tambien exista la cosa, siquiera a modo de esperanza o nostalgia.

A veces, al doblar una esquina o al cruzar una calle, me ha llegado, de no sé donde, una racha de felicidad. La he recibido con humildad y agradecimiento, y no he tratado de explicármela, porque sé que a todos nos sobran los motivos de tristeza.





Jorge Luis Borges



Y no ha sido mi imaginación!.



Yo he estado sola en el fondo de mi casa


y he sentido tras de mí una sombra cálida.

He tenido miedo de volverme y no hallar nada.

La sombra, lo sé, ha intentado acariciarme el cabello,

suave,

levemente para que no lo note,

para que no sepa cuánto me cuida.

La sombra quisiera acariciarme despacio,

teme que me eche a llorar

porque sé que no merezco la recompensa.

La sombra, lo sé, es quien me dicta,

me examina y me indica en las esquinas

a dónde mirar para no morir atropellada.

Todo lo someto a su juicio

y nadie lo sabe,

creen que no consulto jamás,

que no pido ayuda,

que no me equivoco

Yo he estado sola en el fondo de mi casa

y he sentido tras de mí una sombra cálida.

Sólo yo sé cuántas veces no la merezco,

yo he estado sola y he sentido una sombra cálida.

Yo he sentido miedo de volverme y no hallar nada.









Laura del Carmen Ruíz Montes

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La única mujer que puede ser


Es la que sabe que el sol para su vida

empieza ahora.

La que no derrama lágrimas sino dardos para

sembrar la alambrada de su territorio.

La que no comete ruegos…

La que opina y levanta su cabeza y agita su cuerpo

Y es tierna sin verguenza y dura sin odios.

La que desaprende el alfabeto de la sumisión

Y camina erguida.

La que no le teme a la soledad porque siempre

Ha estado sola.

La que deja pasar los alaridos grotescos de la violencia y la ejecuta con gracia.

La que se libera en el amor pleno…

La que ama…la única mujer que puede ser

La única…Es la que dolorida decide por

Si misma salir de su prehistoria.





Bertalicia Peralta

..................


Ahora me vuelvo yo misma



Ahora me vuelvo yo misma. Me llevó

Tiempo, muchos años y lugares;

Me disolvieron y sacudieron,

Desgasté la cara de otras personas,

Corrí como loca como si el Tiempo fuera

Algo terriblemente viejo, gritando una advertencia:

“Rápido, que vas a estar muerta antes de que-”

(¿Qué? ¿Antes de que llegues a la mañana?

¿O de que el final del poema esté claro?

¿O de que el amor esté seguro en la ciudad amurallada?).

Ahora para estar quieta, para estar acá,

¡Siento mi propio peso y densidad!

La negra sombra sobre mis papeles

Es mi mano; la sombra de una palabra,

Mientras el pensamiento da forma a la que da forma,

Cae pesada en la hoja, se la escucha.

Todo se funde ahora, encuentra su lugar,

Desde el deseo a la acción, la palabra al silencio,

Mi trabajo, mi amor, mi tiempo, mi cara

Reunidos en un solo intenso

Gesto de crecimiento como el de una planta.

Lento como la fruta madura,

Fértil, separado y siempre gastado,

Que cae pero sin agotar las raíces,

Así es todo el poema, puede dar,

Crece en mí para hacerse canción,

Hecho por el amor y por él arraigado.

Ahora hay tiempo y el Tiempo es joven.

Oh, en esta sola hora vivo

Toda entera y no me muevo.

Yo, la perseguida, la que corre como loca,

Permanezco quieta, quieta ¡y detengo el sol



May Sarton

Suele suceder...




Y aquellos que fueron vistos bailando fueron considerados locos por los que no podían oír la música" (Friedrich Nietzsche)






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Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender.


Charles Dickens

Puede ser un error vivir como si fueras a morir hoy.....




"Como no sabemos cuando vamos a morir, llegamos a creer que la vida es un pozo inagotable.

Sin embargo,
 todo sucede solo un cierto número de veces y no demasiadas . ¿En cuántas ocasiones te vendrá a la memoria aquella tarde de tu infancia? Una tarde que ha marcado el resto de tu existencia. Una tarde tan importante que ni siquiera puedes concebir tu vida sin ella. Quizás cuatro o cinco veces, quizás ni siquiera eso y ¿cuántas veces más contemplarás la luna llena? Quizás veinte. Y sin embargo, todo parece ilimitado".



Paul Bowles

Qué porqué me gusta Cortazar?????



El tercer cigarrillo del insomnio se quemaba en la boca de Horacio Oliveira sentado en la cama; una o dos veces había pasado levemente la mano por el pelo de la Maga dormida contra él. Era la madrugada del lunes, habían dejado irse la tarde y la noche del domingo, leyendo, escuchando discos, levantándose alternativamente para calentar café o cebar mate. Al final de un cuarteto de Haydn la Maga se había dormido y Oliveira, sin ganas de seguir escuchando, desenchufó el tocadiscos desde la cama; el disco siguió girando unas pocas vueltas, ya sin que ningún sonido brotara del parlante. No sabía por qué pero esa inercia estúpida lo había hecho pensar en los movimientos aparentemente inútiles de algunos insectos, de algunos niños. No podía dormir, fumaba mirando la ventana abierta, la bohardilla donde a veces un violinista con joroba estudiaba hasta muy tarde. No hacía calor, pero el cuerpo de la Maga le calentaba la pierna y el flanco derecho; se apartó poco a poco, pensó que la noche iba a ser larga.




Se sentía muy bien, como siempre que la Maga y él habían conseguido llegar al final de un encuentro sin chocar y sin exasperarse. Le importaba muy poco la carta de su hermano, rotundo abogado rosarino que producía cuatro pliegos de papel avión acerca de los deberes filiales y ciudadanos malbaratados por Oliveira. La carta era una verdadera delicia y ya la había fijado con scotch tape en la pared para que la saborearan sus amigos. Lo único importante era la confirmación de un envío de dinero por la bolsa negra, que su hermano llamaba delicadamente «el comisionista». Oliveira pensó que podría comprar unos libros que andaba queriendo leer, y que le daría tres mil francos a la Maga para que hiciese lo que le diera la gana, probablemente comprar un elefante de felpa de tamaño casi natural para estupefacción de Rocamadour. Por la mañana tendría que ir a lo del viejo Trouille y ponerle al día la correspondencia con Latinoamérica. Salir, hacer, poner al día, no eran cosas que ayudaran a dormirse. Poner al día, vaya expresión. Hacer. Hacer algo, hacer el bien, hacer pis, hacer tiempo, la acción en todas sus barajas. Pero detrás de toda acción había una protesta, porque todo hacer significaba salir de para llegar a, o mover algo para que estuviera aquí y no allí, o entrar en esa casa en vez de no entrar o entrar en la de al lado, es decir que en todo acto había la admisión de una carencia, de algo no hecho todavía y que era posible hacer, la protesta tácita frente a la continua evidencia de la falta, de la merma, de la parvedad del presente. Creer que la acción podía colmar, o que la suma de las acciones podía realmente equivaler a una vida digna de este nombre, era una ilusión de moralista. Valía más renunciar, porque la renuncia a la acción era la protesta misma y no su máscara. Oliveira encendió otro cigarrillo, y su mínimo hacer lo obligó a sonreírse irónicamente y a tomarse el pelo en el acto mismo. Poco le importaban los análisis superficiales, casi siempre viciados por la distracción y las trampas filológicas. Lo único cierto era el peso en la boca del estómago, la sospecha física de que algo no andaba bien, de que casi nunca había andado bien. No era ni siquiera un problema, sino haberse negado desde temprano a las mentiras colectivas o a la soledad rencorosa del que se pone a estudiar los isótopos radiactivos o la presidencia de Bartolomé Mitre. Si algo había elegido desde joven era no defenderse mediante la rápida y ansiosa acumulación de una «cultura», truco por excelencia de la clase media argentina para hurtar el cuerpo a la realidad nacional y a cualquier otra, y creerse a salvo del vacío que la rodeaba. Tal vez gracias a esa especie de fiaca sistemática, como la definía su camarada Traveler, se había librado de ingresar en ese orden fariseo (en el que militaban muchos amigos suyos, en general de buena fe porque la cosa era posible, había ejemplos), que esquivaba el fondo de los problemas mediante una especialización de cualquier orden, cuyo ejercicio confería irónicamente las más altas ejecutorias de argentinidad. Por lo demás le parecía tramposo y fácil mezclar problemas históricos como el ser argentino o esquimal, con problemas como el de la acción o la renuncia. Había vivido lo suficiente para sospechar eso que, pegado a las narices de cualquiera, se le escapa con la mayor frecuencia: el peso del sujeto en la noción del objeto. La Maga era de las pocas que no olvidaban jamás que la cara de un tipo influía siempre en la idea que pudiera hacerse del comunismo o la civilización cretomicénica, y que la forma de sus manos estaba presente en lo que su dueño pudiera sentir frente a Ghirlandaio o Dostoievski. Por eso Oliveira tendía a admitir que su grupo sanguíneo, el hecho de haber pasado la infancia rodeado de tíos majestuosos, unos amores contrariados en la adolescencia y una facilidad para la astenia podían ser factores de primer orden en su cosmovisión. Era clase media, era porteño, era colegio nacional, y esas cosas no se arreglan así nomás. Lo malo estaba en que a fuerza de temer la excesiva localización de los puntos de vista, había terminado por pesar y hasta aceptar demasiado el sí y el no de todo, a mirar desde el fiel los platillos de la balanza. En París todo le era Buenos Aires y viceversa; en lo más ahincado del amor padecía y acataba la pérdida y el olvido. Actitud perniciosamente cómoda y hasta fácil a poco que se volviera un reflejo y una técnica; la lucidez terrible del paralítico, la ceguera del atleta perfectamente estúpido. Se empieza a andar por la vida con el paso pachorriento del filósofo y del clochard, reduciendo cada vez más los gestos vitales al mero instinto de conservación, al ejercicio de una conciencia más atenta a no dejarse engañar que a aprehender la verdad. Quietismo laico, ataraxia moderada, atenta desatención. Lo importante para Oliveira era asistir sin desmayo al espectáculo de esa parcelación Tupac-Amarú, no incurrir en el pobre egocentrismo (criollicentrismo, suburcentrismo, cultucentrismo, folklocentrismo) que cotidianamente se proclamaba en torno a él bajo todas las formas posibles. A los diez años, una tarde de tíos y pontificantes homilías históricopolíticas a la sombra de unos paraísos, había manifestado tímidamente su primera reacción contra el tan hispanoitaloargentino «¡Se lo digo yo!», acompañado de un puñetazo rotundo que debía servir de ratificación iracunda. Glielo dico io! ¡Se lo digo yo, carajo! Ese yo, había alcanzado a pensar Oliveira, ¿qué valor probatorio tenía? El yo de los grandes, ¿qué omnisciencia conjugaba? A los quince años se había enterado del «sólo sé que no sé nada»; la cicuta concomitante le había parecido inevitable, no se desafía a la gente en esa forma, se lo digo yo. Más tarde le hizo gracia comprobar cómo en las formas superiores de cultura el peso de las autoridades y las influencias, la confianza que dan las buenas lecturas y la inteligencia, producían también su «se lo digo yo» finamente disimulado, incluso para el que lo profería: ahora se sucedían los «siempre he creído», «si de algo estoy seguro», «es evidente que», casi nunca compensados por una apreciación desapasionada del punto de vista opuesto. Como si la especie velara en el individuo para no dejarlo avanzar demasiado por el camino de la tolerancia, la duda inteligente, el vaivén sentimental. En un punto dado nacía el callo, la esclerosis, la definición: o negro o blanco, radical o conservador, homosexual o heterosexual, figurativo o abstracto, San Lorenzo o Boca Juniors, carne o verduras, los negocios o la poesía. Y estaba bien, porque la especie no podía fiarse de tipos como Oliveira; la carta de su hermano era exactamente la expresión de esa repulsa.



«Lo malo de todo esto», pensó, «es que desemboca inevitablemente en el animula vagula blandula. ¿Qué hacer? Con esta pregunta empecé a no dormir. Oblomov, cosa facciamo? Las grandes voces de la Historia instan a la acción: Hamlet, revenge! ¿Nos vengamos, Hamlet, o tranquilamente Chippendale y zapatillas y un buen fuego? El sirio, después de todo, elogió escandalosamente a Marta, es sabido. ¿Das la batalla, Arjuna? No podés negar los valores, rey indeciso. La lucha por la lucha misma, vivir peligrosamente, pensá en Mario el Epicúreo, en Richard Hillary, en Kyo, en T. E. Lawrence... Felices los que eligen, los que aceptan ser elegidos, los hermosos héroes, los hermosos santos, los escapistas perfectos».



Quizá. ¿Por qué no? Pero también podía ser que su punto de vista fuera el de la zorra mirando las uvas. Y también podía ser que tuviese razón, pero una razón mezquina y lamentable, una razón de hormiga contra cigarra. Si la lucidez desembocaba en la inacción, ¿no se volvía sospechosa, no encubría una forma particularmente diabólica de ceguera? La estupidez del héroe militar que salta con el polvorín, Cabral soldado heroico cubriéndose de gloria, insinuaban quizá una supervisión, un instantáneo asomarse a algo absoluto, por fuera de toda conciencia (no se le pide eso a un sargento), frente a lo cual la clarividencia ordinaria, la lucidez de gabinete, de tres de la mañana en la cama y en mitad de un cigarrillo, eran menos eficaces que las de un topo.



Le habló de todo eso a la Maga, que se había despertado y se acurrucaba contra él maullando soñolienta. La Maga abrió los ojos, se quedó pensando.



-Vos no podrías -dijo-. Vos pensás demasiado antes de hacer nada.



-Parto del principio de que la reflexión debe preceder a la acción, bobalina.



-Partís del principio -dijo la Maga-. Qué complicado. Vos sos como un testigo, sos el que va al museo y mira los cuadros. Quiero decir que los cuadros están ahí y vos en el museo, cerca y lejos al mismo tiempo. Yo soy un cuadro, Rocamadour es un cuadro. Etienne es un cuadro, esta pieza es un cuadro. Vos creés que estás en esta pieza pero no estás. Vos estás mirando la pieza, no estás en la pieza.



-Esta chica lo dejaría verde a Santo Tomás -dijo Oliveira.



-¿Por qué Santo Tomás? -dijo la Maga-. ¿Ese idiota que quería ver para creer?



-Sí, querida -dijo Oliveira, pensando que en el fondo la Maga había embocado el verdadero santo. Feliz de ella que podía creer sin ver, que formaba cuerpo con la duración, el continuo de la vida. Feliz de ella que estaba dentro de la pieza, que tenía derecho de ciudad en todo lo que tocaba y convivía, pez río abajo, hoja en el árbol, nube en el cielo, imagen en el poema. Pez, hoja, nube, imagen: exactamente eso, a menos que...



Rayuela CAPITULO 3. Julio Cortazar



Sólo por hoy...

Es hora de cerrar los jardines de Occidente y desde hoy un artista será juzgado sólo por la resonancia de su soledad o la calidad de su desesperación."


Cyril Connolly

...