miércoles, 31 de diciembre de 2014

Foucault

No se debería decir que el alma es una ilusión, o un efecto ideológico. Porque existe, tiene una realidad, que está producida permanentemente en torno, en la superficie y en el interior del cuerpo por el funcionamiento de un poder que se ejerce sobre aquellos a quienes se castiga, y, de una manera más general, sobre aquellos a quienes se vigila, se educa y corrige, sobre los locos, los niños, los colegiales, los colonizados, sobre aquellos a quienes se sujeta a un aparato de producción y se controla a lo largo de toda su existencia. Realidad histórica de esa alma, que a diferencia de la representada por la teología cristiana, no nace culpable y castigable, sino que nace más bien de procedimientos de castigo, de vigilancia, de pena y de coacción. Esta alma real e incorpórea no es en absoluta sustancia; es el elemento en el que se articulan los efectos de determinado tipo de poder y la referencia de un saber, el engranaje por el cual las relaciones de saber dan lugar a un saber posible, y el saber prolonga y refuerza los efectos del poder. Sobre esta realidad-referencia se han construido conceptos diversos y se han delimitado campos de análisis: psique, subjetividad, personalidad, conciencia, etc.; sobre ella se han edificado técnicas y discursos científicos; a partir de ella se ha dado validez a las reivindicaciones morales del humanismo. Pero no hay que engañarse: no se ha sustituido el alma, ilusión de los teólogos, por un hombre real, objeto de saber, de reflexión filosófica o de intervención técnica. El hombre del que se nos habla y que se nos invita a liberar es ya en sí mismo el efecto de un sometimiento mucho más profundo que él. Un alma lo habita y lo conduce a la existencia, que es una pieza en el dominio que el poder ejerce sobre el cuerpo. El alma, efecto e instrumento de una anatomía política; el alma, prisión del cuerpo.




Fragmento de

"Vigilar y Castigar",


Michel Foucault.

Creciendo....

Andan por ahí, con su atrevido miedo, portando sus cuarenta y tantos, lindas, leídas, viajadas, sensibles.
Ojo con ellas.
Vienen de cerrar una puerta con decisión, pero sin olvido. Amaron, construyeron, parieron, cumplieron.
Amaron a su hombre, dieron alas a sus crías y ahora, desentumecieron las suyas: ¡ahí estaban!: intactas, brillantes,soberbias, majestuosas, listas para el vuelo: no ya las de un hornero, sí las de una gaviota, soberana y curiosa.
Saben de la vida y de tu hambre porque con su cuerpo han sabido saciarlas.
Expertas en estupidez y sus matices: se reconocieron inmersas en ella hasta el estupor y soportaron mucha hasta el dolor; sabrán distinguirla, no lo dudes.
Versadas en economía, la aplican en el gesto, en el andar y en su exacta sensualidad.
Ojo con sus caderas sabias: ya se estiraron y contrajeron, se estremecieron y agitaron.
Saben del amor, en todos sus colores, desde el rojo resplandor al mustio gris.
Sus piernas fuertes arrastran raíces todavía.
Prontas a sentir, van con una vieja canción en los labios, profunda intensidad en la mirada y delicada seguridad en la sonrisa.
Pero, si esta advertencia es tardía, y descubres que ya no puedes dejar de pensar en ella, entonces, ten cuidado de ahora en más, no te equivoques, no lo arruines: no les envíes un mensaje de texto, mejor invítale un café con tiempo; no recurras al e mail, preferirán sin duda un poema en servilleta. No les hagas promesas, no les vendas imagen, mejor exhibe tu autenticidad mas despojada. No caigas, por rellenar, en aturdido ruido vacuo, deja que respire un silencio en común.
Vienen de quemar las naves y cambiar comodidad indolente por riesgo vital.
Avanzan por un camino incierto, pero elegido.
En su cartera, fotos, un perfume y algunas lágrimas.
En su mirada, una decisión...
Ojo con ellas…tal vez, si tienes suerte, hay una en tu camino.


Jorge Eduardo Cinto. Publicado en Escritores de Tucuman Siglo XXI. Lucio Piérola Ediciones

...

Sin darse cuenta, había aprendido a mendigar. Tímidamente, suplicó que le diera algo. Su mirada hambrienta delataba las famélicas, largas noches con el corazón vacío, arrinconado en lo más oscuro de la habitación.

- !Dime algo bonito...! le susurró al oído.

- A ver.. algo bonito...


Buscó un mendrugo, unas migajas, algún sobrante en el alma, sin éxito, pues le habían vaciado.
Dio vuelta a los bolsillos y encontró NADA, la partió en dos y ella se alejó feliz.

sábado, 20 de diciembre de 2014

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Y lo disfruté TAAAAAAAAAANTO

Ayer me porté mal en el cosmos.


Viví todo el día sin preguntar por nada,

sin sorprenderme de nada.

Realicé acciones cotidianas,

como si fuera lo único que tenía que hacer.


Aspirar, espirar, un paso tras otro, obligaciones,

pero sin pensamientos que fueran más allá

de salir de casa y volver a casa.


El mundo podría ser tenido por un mundo loco

y yo lo tuve para mi propio y trivial uso.



Ningún cómo, ningún por qué,

o de dónde ha salido éste,

o para qué quiere tantos impacientes detalles.



Fui como un clavo superficialmente clavado a la pared,

o

(aquí una comparación que no se me ha ocurrido).


Uno tras otro se fueron sucediendo cambios

incluso en el limitado campo de un abrir y cerrar de ojos.



En la mesa más joven, con una mano un día más joven

había pan de ayer cortado de forma distinta.


Las nubes como nunca y la lluvia como nunca,

porque era con otras gotas que llovía.


La Tierra giraba sobre su eje

pero en un espacio abandonado para siempre.



Duró sus buenas 24 horas.

1.440 minutos de ocasiones.

86.400 segundos que mirar.


El cósmico savoir-vivre

aunque calla sobre nuestro asunto,

exige, sin embargo, algo de nosotros:

una cierta atención, un par de frases de Pascal

y una sorprendente participación en este juego

de reglas desconocidas

domingo, 14 de diciembre de 2014

De acuerdo....




A medida que vivimos, las señales nos orientan, pero a medida que morimos nos desorientan. A veces las encontramos en el sueño, pero ésas no son de fiar. Más confiables son las que nos asaltan en el insomnio o las que nos aluden cuando nos detenemos frente a un río y hay una orilla que nos conmueve.
Si en las manos flacas aparecen arrugas, las convertimos en puños, por las dudas. Las señales más inexorables las da siempre el espejo, ese cretino, y no hay morisqueta que lo desanime.
Un pájaro puede ser una señal, también lo puede ser un cocodrilo. Todas son señales: la música, un trueno, el silencio, un viento huracanado, el canto de una alondra, la barahúnda de los niños.
Cada estación tiene su señal. El invierno, la inclemencia; la primavera, sus golondrinas; el verano, su bochorno; el otoño, la parsimonia.
El universo es un torrente de señales. Hay algunas que estallan y nos doblan de miedo, otras que acarician y nos desvanecen. Hasta la liturgia creó la señal de la cruz, claro que sin el permiso del pobre Cristo.
La señal es vestigio, cicatriz, inminencia, vértigo a la intemperie, fijación del instante. Hay señales de socorro, como el tan mentado SOS (save our souls) que por algo nace el inglés imperial.
Las señales presagian y pobre de nosotros cuando nos señalan. Para vernos libres de señales, la única solución es el olvido, pero ¿quién se atreve a esa cirugía de la memoria?

Mario Benedetti

Estos últimos días he soñado con ratas, eran dos pero no las quería matar, solo que se fueran.... otro día soñé con golondrinas...( !! ahora entiendo!! ), en el sueño yo decía.... que eran murciélagos, y alguien me deçía: noooo.... son golondrinas... y sí... resultaron golondrinas que ahora me parecen tiranosaurios?? así se llaman los dinosaurios que vuelan?, taaaaaaaaambién he soñado con mariposas.... con el diablo.... con un convento.... pero el más real de todos fue el de anoche, cuando sentí que me arrancaban el corazón, me desperté, y aún después de muchas horas el hueco sigue aquí.

Creo que empiezo a creer en el KARMA

Y solo estoy Yo y mis Circunstancias....lo bueno es que a pesar de todo me caigo bien, así que puedo contar conmigo misma, y estar conmigo misma. Hace frío. mucho. 

...


No hay medida... por eso....


Lo importante no es CUANTO, sino CÓMO...


 

...


Qué buscamos en un poema 
sino una certeza, 
por temblorosa que sea. 
El cobijo del desamparo. 
Y la promesa de que no estamos solos. 
O si solos, al menos en compañía de los solitarios.
 Por eso, a veces, el poeta parece un labrador que,
 cavando un surco, 
encontrase un cuenco enterrado 
y tomándolo en las manos,
 tan cuajadas como el barro cocido, 
vislumbrara el destello cristalino del agua 
que un día alivió la sed de sus ancestros.


Daniel Domínguez

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El culto a la verborrea
consiste en hablar sobre lo que se habla o sobre lo que no
se habló pero debería hablarse. En estas relaciones
parlanchinas, todo hay que explicarlo, siempre hay algo
que (justificar o demostrar. Nada ocurre con naturalidad y la
vida se va llenando de esclarecimientos e ilustraciones
constantes, ejemplos y estadísticas, para convencer al otro

de lo que a uno; le parece evidente.


Suéñame que me hace falta


Storni

Record ANDO


"Escribir es como estar muerto y volver para ver los estragos del campo de batalla donde el propio cadáver yace".

 José Ángel Valente

jueves, 4 de diciembre de 2014

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"No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe...
No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca. No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma.
No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas), o que se quede media hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música.
No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y sienta un inmenso horror por las injusticias. Una que no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo.
No te enamores de una mujer intensa, lúdica, lúcida e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así. Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, jamás se regresa..."
(Martha Rivera Garrido, poeta dominicana)

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