lunes, 30 de abril de 2012

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Dijeron que un poema
debería ser menos personal;
que eso de hablar de tú o de yo
es cosa de mujeres.
Que no es serio.

por suerte o por desgracia
todavía hago lo que quiero.

Quizá algún día utilice otros métodos
y hable in abstracto.

Ahora sólo sé que si se dice algo
debe ser sobre tema conocido.

Yo sólo soy sincera –y ya es bastante–
hablando de mis propias miserias y alegrías

puedo contar que me gustan las fresas,
por ejemplo,
y que algunas personas
  me caen mal por hipócritas, por crueles
o simplemente porque son estúpidas.
Que no pedí vivir
y que morir no es algo que me atraiga
excepto cuando me hallo deprimida.
Que estoy hecha 
sobre todo
de palabras.

Que para poder manifestarme
uso tinta y papel a mi manera.

No puedo remediarlo.
Por más que trate 
no escribiré un ensayo
sobre la teoría de los conjuntos.

Tal vez más adelante
encuentre otras formas de expresarme.
Pero eso no me importa ahora;
hoy vivo aquí y en este momento
y yo soy yo
y como tal actúo.


Por lo demás, 
lamento
 no
 complacer 
a todos.


Creo que ya es bastante mirar hacia mí misma
y tratar de aceptarme 
con huesos con músculos
con deseos con penas.

Y asomarme a la puerta y ver pasar el mundo
y decir buenos días. 

Aquí estoy yo.

Aunque no les guste.
Punto. 


Ana Ma. Rodas

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Soy como el peluquero de la esquina, me encantan que me cuenten historias, y despùes volver a contarlas


Adolfo Bioy Casares

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YA EN DESNUDEZ TOTAL

Ya en desnudez total
extraña ausencia
de procesos y fórmulas y métodos

flor a flor,
ser a ser,
aún con ciencia
y un caer en silencio y sin objeto.

La angustia ha devenido
apenas un sabor,
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.

Una forma durando sin sentido,
un color,
un estar por estar
y una espera insensata.

Ya en desnudez total
sabiduría
definitiva, única y helada.

Luz a luz
ser a ser,
casi en amiba,
forma, sed, duración,
luz rechazada.

Para nada.

Aveces quisiera ser menos salvaje. Poder domar mis dedos. lo que pienso. amurallar cualquier pensamiento que quiera salir. no es que no pueda. porque puedo. no es que no quiera porque quiero. Entonces? pues nada. que entonces, que entonces... bah. de todos modos sólo importa lo que al otro le importa, no importa lo que digas.

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Lo que al día le pido ya no es
que me cumpla los sueños, que me entregue
los deseos cumplidos de otros días
porque al fin he aprendido que los sueños
son igual que las alas de un insecto
y al tocarlos el hombre se deshacen;
y es que un sueño al cumplirse es otra cosa
que no ayuda a volar.
Lo que al día le pido es ese sueño
que al rozarlo se parta en otros sueños
lo mismo que una bola de mercurio
y que brille muy lejos de mis manos.
Lo que al día le pido empieza a ser
más difícil incluso de alcanzar
que los sueños cumplidos, porque exige
la fe antigua en los sueños.
Lo que al día le pido es solamente
un poco de esperanza, esa forma modesta
de la felicidad.

Vicente Gallego

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dos mundos, como dos zorros en un bosque,
y cada uno puede oír el viento-fracturado 
de la cercanía del otro” 


Alice Oswald



sábado, 28 de abril de 2012

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 Yo te deseo…

Yo te deseo la locura, el valor,
los anhelos, la impaciencia.
Te deseo la fortuna de los amores
y el delirio de la soledad.
Te deseo el gusto por los cometas,
por el agua y los hombres.
Te deseo la inteligencia y el ingenio.
Te deseo una mirada curiosa,
una nariz con memoria,
una boca que sonría
y maldiga con precisión divina,
unas piernas que nunca envejezcan,
un llanto que te devuelva la entereza.
Te deseo el sentido del tiempo
que tienen las estrellas,
el temple de las hormigas,
la duda de los templos.
Te deseo fe en los augurios,
en la voz de los muertos,
en la boca de los aventureros,
en la paz de los hombres que olvidan su destino,
en la fuerza de tus recuerdos
y en el futuro como promesa
donde cabe todo lo que aún no te sucede…
Ángeles Mastretta

Este Post aunque ella nunca lo vea... es para ella...para mi mama miiii mamá, quien cumple el día de hoy 69 años, ella insistía en que eran SEEEEEETENTA... a mucho orgullo... mientras otras se resisten a confesar su edad, ella no... al contrario... presumía de cumplir 70, y le hubiera creído, sino fuera porque en el momento en que dijo 70, empecé a recordar a otras mujeres que tienen, pero no parece que tienen su misma edad.

Es hipocondriaca... espero que mejor nunca vea este post!. jajjaa.. aunque ella ya sabe que lo es. Su tema favorito?, cualquiera que tenga que ver con enfermedades!, se le antojan tooooooooodas!.

Es terca... le gusta celebrar a su estilo... y a veces como hoy y ayer, me colma PERO MEEEEECOLMA la paciencia que no me deje celebrarla COMOYOQUIERO!!!, si, así le gusta y muy su cumple!, pero aún en su contra ya que no quiso salir a ningún lado, la celebraré el próximo día inhábil que es el martes?. Me vengaré de su negativa de este finde... y hornearé TOOOOOOODA LA MAñANA, no compraré el pastel... YOOOOO LO HARÉ, y no le haré uno. SINO DOSSSS, codornices!, si!!!, creo que prepararé unas codornices, unos camarones costa azul.... le gusta el pavo... o un jamón glaseado (parece menú navideño), síiiiiiiiiii, las cuatro cosas. QUIERO VER SU CARA!!!!!. y más vale que coma un poco de todo, porque sino será vía intravenosa... o lo licuaré todo junto y se lo daré como puré!. oh... mi licuadora se quemó!. es lo de menos.. compramos otra.

En fin...ese es mi plan para el martes... y no le pediré permiso. HE DICHO. 

Los seis días - Te odio

miércoles, 25 de abril de 2012

Sobrevolando... distorsionada la realidad.... me olvidé de la gravedad...

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A nosotros los escritores nos inquietan las palabras. Las palabras significan. Las palabras apuntan. Son flechas. Flechas clavadas en la piel áspera de la realidad. y cuanto más solemnes, más generales son las palabras, más se parecen a salones o a túneles. Pueden ampliarse, o hundirse. Pueden llegar a saturarse de mal olor. A menudo nos recordaran otros salons, donde nos gustaría morar o donde creemos ya estar viviendo. acaso hayamos perdido el arte o la sabiduría de cómo habitar esos espacios. Y a la postre esos espacios de intención mental que ya no sabemos cómo habitar serán abandonados, tapiados, clausurados.
¿Qué queremos decir, por ejemplo, con la palabra "paz"? ¿Queremos decir ausencia de conflicto? ¿Queremos decir un olvido? ¿Queremos decir perdón? ¿O queremos decir un profundo hastío, un agotamiento, un vaciamiento del rencor?
Me parece que la mayoría de las personas quieren decir "victoria" con paz. La victoria de su bando. Eso es lo que "paz" significa para ellas, mientras que para los otros significa derrota.
Si se consolida la idea de que la paz, aunque es en principio deseable, implica una renuncia inaceptable a reivindicaciones legítimas, entonces la opción más verosímil será el ejercicio de la guerra por algo menos que todos los medios. Los llamamientos a la paz será tenidos, sino por fraudulentos, sin duda por prematuros. La paz se convierte en un espacio que la gente ya no sabe cómo habitar. La paz debe re-estable-cerse. Re-colonizarse...
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¿Y qué queremos decir con "honor"?
El honor como un criterio riguroso de coducta privada parece corresponder a una época remota. Pero la costumbre de conferiri honores -para halagarnos a nosotros mismos y a los demás- sigue incólume.
Conferir un honor es declarar un criterio que se cree compartido. Aceptar un honor es creer, por un momento, que es merecido. (Lo más que puede decirse, por consideración, es que no se es indigno del mismo.) Rechazar un honor ofrecido parece zafio, antipático, pretencioso.
Un premio acumula honor -y una capacidad de conferirilo- al elegir a quienes ha honrado en años anteriores.
Siguiendo esta norma, considérese el polémicamente denominado Premio Jerusalén que, en su historia de relativa brevedad, ha sido concedido a algunos de los mejores escritores de la segunda mitad del siglo XX. Aunque según todo criterio evidente es un premio literario, no se denomina Premio Jerusalén de Literatura, sino Premio Jerusalén por la Libertad del Individuo en la Sociedad.
¿Todos los escritores que han ganado este premio en realidad defendieron la Libertad del Individuo en la Sociedad? ¿Es eso lo que ellos -ahora debo decir "nosotros"- tenemos en común?
Me parece que no.
No sólo representan un amplio espectro de la opinión política. algunos de ellos apenas han tocado las Grandes Palabras: libertad, individuo, sociedad...
Pero lo que importa no es lo que un escritor dice, sino lo que un escritor es.
Los escritores -con lo cual quiero decir los integrantes de la comunidad de la literatura- son emblemas de la persistencia (y de la necesidad) de una visión individual.
Prefiero emplear el adjetivo "individual" que el sustantivo.
La incesante propaganda actual en favor del "individuo" me parece profundamente sospechosa, pues la "individualidad misma ha devenido cada vez más sinónimo de egoísmo. Una sociedad capitalista tiene un interés creado en elogiar la "individualidad" y la "libertad", lo que podría significar poco más que el derecho al engrandecimiento perpetuo del yo, y a la libertad de comprar, adquirir, gastar, consumir y convertir en obsoleto.
No creo que en el cultivo del yo haya valor inherente alguno. Y me parece qu eno hay cultura (usando el término normativamente) sin un criterio altruista de consideración a los demás. Sí creo que hay un valor inherente en la extensión de nuestro sentido de lo que puede ser una vida humana. Si la literatura me atrae como proyecto, primero como lectora y luego como escritora, es en cuanto a extensión de mis simpatías hacia otros, otros ámbitos, otros sueños, otras palabras, otras zonas de interés.
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Como escritora, como creadora de literatura, soy una narradora y una caviladora. Las ideas me agitan. Pero las novelas no están hechas de ideas sino de formas. Formas del lenguaje. Formas de expresividad. No tengo en mente una historia hasta que tengo la forma. (Como afirmo Vladimir Nabokov: "La forma de la cosa precede a la cosa".) Y, tácita o implicitamente, las novelas están hechas del sentido de lo que es o puede ser la literatura para el escritor.
La obra de todo escritor, toda interpretación es, o equivale a, una descripción de la literatura misma. La defensa de la literatura se ha convertido en uno de los temas principales del escritor. Pero, como observó Oscar Wilde: "En el arte, nada verdad es aquello cuya contradicción también es cierta" . Parafraseando a Wilde, yo diría, una verdad sobre la literatura es aquello cuyo opuesto también es cierto.
Así, la literatura -y hablo en sentido preceptivo y no sólo descriptivo- es conciencia, duda, escrúpulo, exigencia. Es asimismo -de nuevo, en sentido preceptivo y descriptivo- canto, espontaneidad, celebración, dicha.
las ideas sobre la literatura -a diferencia de las ideas, digamos, sobre el amor- no surgen casi nunca sino como respuesta a las ideas de otras personas. Son ideas reactivas.
Digo esto porque tengo la impresión de que ustedes -o la mayoría de la gente- están diciendo aquello.
De ese modo quiero dar cabida a una pasión más amplia o a una práctica diferente. Las ideas conceden permiso, y quiero permitirme un sentimiento o una práctica diferentes.
Digo esto cuando ustedes dicen aquello, y no sólo porque los escritores sean, a veces, antagonistas profesionales. No sólo para compensar el inevitable desequilibrio o parcialidad de toda práctica que tenga el carácter de una institución -y la literatura es una institución- sino porque la literatura es una práctica arraigada en aspiraciones intrínsecamente contradictorias.
Me parece que toda explicación única de la literatura no es cierta, es decir reductora; meramente polémica. Para hablar con veracidad de la literatura es necesario expresarse con paradojas.
Por ende, cada obra literaria que importa, que merece el nombre de literatura, encarna un ideal de sigularidad, de la voz singular. Pero la literatura, que es acumulación, encarna un ideal de pluralidad, de multiplicidad, de promiscuidad.
Toda noción de literatura en que podamos pensar -la literatura como compromiso social, la literatura como búsqueda de intensidades, espirituales, privadas; la literatura nacional, la literatura mundial- es, o puede convertirse en, un modo de complacencia espiritual, o de vanidad, o de congratulación propia.
La literatura es un sistema -un sistema plural- de criterios, ambiciones, lealtades. Parte de su función ética es la lección de que la diversidad es un valor. Por supuesto, la literatura debe operar dentro de unos límites. (Como todas las actividades humanas. La única actividad ilimitada es estar muerto.) El problema reside en que los límites que la mayoría de la gente quiere trazar coartarían la libertad de la literatura para ser lo que puede llegar a ser, con toda su inventiva y su capacidad de agitación.
Vivimos en una cultura entregada a avaricias unificadoras, y una entre la vasta y gloriosa multiplicidad de lenguas del mundo, aquella en la que hablo y escribo es ya la lengua dominante. El inglés está desempeñando en una escala mundial y para poblacione smucho más numerosas en los países del orbe, un papel semejante al que desempeñaba el latín en la Europa medieval.
pero como vivimos en una cultura cada vez más global, transnacional, estamos asimismo envueltos en reivindicaciones crecientemente fraccionadas de tribus reales o de reciente constitución propia. Las viejas ideas humanistas -de la república de las letras, de la literatura mundial- son amenazadas por doquier. Parecen, para algunos, ingenuas o mancilladas por su origen en el gran ideal europeo -algunos dirían ideal eurocéntrico- de los valores universales.
Las nociones de "libertad" y de "derechos" han sufrido una asombrosa degradación en los años recientes. En muchas comunidades, se le ha otorgado más peso a los derechos colectivos que a los derechos individuales.
A ese respecto, lo que los creadores de literatura hacen puede, implicitamente, fortalecer la credibilidad de la libertad de expresión y de los derechos individuales. Aun cuando los creadores de literatura han dedicado su obra al servicio de las tribus o de las comunidades a que pertenecen, su realización como escritores depende de que trasciendan ese propósito.
Todas las cualidades que hacen de un escritor determinado valioso o admirable pueden situarse en la singularidad de su voz.
Pero esta singularidad, que se cultiva en privado y es el resultado de un largo aprendizaje en la reflexión y la soledad, es puesta a prueba sn cesar por el papel social que lso escritores sienten que están llamados a desempeñar.
No pongo en duda el derecho del escritor a participar en el debate sobre asunto públicos, a hacer causa común y ejercer la solidaridad con otros que le sean afines.
Tampoco arguyo que tal actividad arranque al escritor de ese espacio interior recluido, excéntrico donde la literatura se produce. Así ocurre con casi todas las otras actividades que constituyen la vida.
Pero una cosa es ofrecerse movido por los imperativos de la conciencia o del interés, a participar, incitado en el debate y en la acción públicas. Otra es producir opiniones -citas moralizantes- por encargo.
No: he estado ahí, he hecho aquello. Sino: Por esto, contra aquello.
Pero un escritor no debe ser una máquina de opiniones. Como lo formuló un poeta negro d emi país, cuando algunos compatriotas afroamericanos le reprocharon que no escribiera poemas sobre las humillaciones del racismo: "Un escritor no es una máquina de discos".

La primera tarea de un escritor no es tener opinones, sino decir la verdad... y negarse a ser cómplice de mentiras e información errónea. La literatura es la casa del matiz y de la indocilidad a las voces de la simplificación. La tarea del escritor es que sea más difícil creer a los saqueadores mentales. La tarea del escritor es hacernos ver el mundo tal cual, lleno de muchas reivindicaciones diferentes y papeles y vivencias.
Es la tarea del escritor repesentar las realidades: las realidades abyectas y las realidades del éxtasis. La esencia de la sabiduría que suministra la literatura (la pluralidad de la realización literaria) es ayudarnos a entender que, ocurra lo que ocurra, algo más siempre está sucediendo.
Estoy obsesionada con ese "algo más".
Estoy obsesionada con ese conflicto de los derechos y de los valores que aprecio. Por ejemplo, que -a veces- decir la verdad no promueve la justicia. Que -a veces- la promoción de la justicia puede suponer la supresión de una buena parte de la verdad.
Muchos de los escritores más notables del siglo XX, en su actividad de voces públicas, fueron cómplices en la ocultación de la verdad para promover lo que consideraban (y eran, en muchos casos) causas justas.
Me parece que si tengo que elegir entre la verdad y la justicias -por supuesto, no quiero elegir- elijo la verdad.


Por supuesto, creo en la acción justa. Pero ¿es el escritor el que actúa?
Son tres cosas distintas: hablar, lo que estoy haciendo ahora; escribir, lo que me da el derecho que fuere a este premio increíble, y ser, ser una persona que cree en la solidaridad activa con los demás.
Como señaló una vez Roland Barthes una vez: "Quien habla no es quien escribe, y quien escribe no es quien es".
Y, por supuesto, sostengo tre opiniones, opiniones políticas, algunas de ellas formadas con base en la lectura y la discusión, y la reflexión, pero no en la experiencia directa. Permítanme compartir con ustedes dos opiniones propias, opiniones muy predecibles, a la luz de posiciones públicas que he adoptado en asuntos sobre los cuales tengo algún conocimiento directo.
Me parece que la doctrina de la responsabilidad colectiva, como motivo para el castigo colectivo, no está justificada jamás, ni militar ni éticamente. Me refiero a una desproporcionada potencia de fuego contra civiles, a la demolición de sus casas, a la destrucción de sus huertos y arboledas, a la privación de sus medios de vida y del derecho al trabajo, a la educación y a los servicios médicos, y al libre tránsito a ciudades y comunidades vecinas... todo ello como castigo por actividades militares hostiles que podrían o no ubicarse siquiera en las inmediaciones de esos ciudadanos.
También me parece que no puede haber paz aquí hasta que no se detenga el asentamiento de comunidades israelíes en los Territorios, y que esto sea seguido -más temprano que tarde- por el desmantelamiento de estos asentamientos y la retirada de las unidades militares concentradas allí para custodiarlos.
Apuesto que estas dos opiniones son compartidas por muchas personas aquí en este salón. Sospecho que -para emplear una vieja expresión estadounidense- estoy predicando al coro.
Pero ¿sostengo esas opiniones como escritora? ¿O acaso no las sostengo como una persona de conciencia y entonce sutilizo mi condición como escritora para sumar mi voz a otras que dicen lo mismo? a influencia que un escritor puede ejercer es meramente adventicia. Es, en la actualidad, un aspecto de la cultura de la celebridad.
Algo hay de vulgar en la difusión pública de opiniones sobre asuntos acerca de los que no se tiene un amplio conocimiento directo. Si hablo de lo que no conozco, o conozco apresuradamente, se trata del mero tráfico de opiniones.
Afirmo esto, para volver al comienzo, por una cuestión de honor. El honor de la literatura. El proyecto de tener una voz individual. Los escritores serios, los creadores de literatura, no sólo deberían expresarse de modo distinto al discurso hegemónico de los medios de difusión. Deberían oponerse a la monótona cantinela de los noticiarios y de los programas de entrevistas.
El problema con las opiniones es que nos quedamos con ellas. Y cuando los escritores se desempeñan como escritores siempre ven... más.
Haya lo que haya, siempre hay algo más. Ocurra lo que ocurra, algo más siempre está ocurriendo, también.
Si la literatura misma, esta gran empresa que se ha mantenido (en nuestro ámbito) durante casi tres milenios, plasma algún saber -y me parece que sí y yace en el corazón de la importancia que damos a la literatura-, es por la demostración de la naturaleza múltiple de nuestros destinos privados y comunitarios. Nos recordará que puede haber contradicciones, a veces conflictos irreductibles, entre los valores que más apreciamos. (Eso es lo que se entiende por "tragedia".) Nos recordará el "también" y el "algo más".
La sabiduría de la literatura es la antítesis absoluta a sostener opiniones. "No tengo la última palabra acerca de nada", dijo Henry James. Suministrar opiniones, incluso opiniones correctas -cuadno se piden-, degrada lo mejor que hacen los novelistas y poetas: respaldar la reflexión, buscar la complejidad.
La información nunca reemplazará al esclarecimiento. Pero algo que se arece a, si bien es mejor que la información -me refiero a la condición de estar informado; me refiero al conocimiento directo, concreto, específico, detallado, de densidad histórica- es la condición indispensable para que un escritor exprese sus opiniones en público.
Dejemos que otros, las celebridades y los políticos, sean condescendientes con nosotros; mientan. Si ser a la vez un escritor y una voz pública puede representar algo superior, es que los escritores considerenla formulación de opiniones y juicios una responsabilidad difícil.
Otro problema con las opiniones. Son agentes de inmovilización propia. lo que los escritores hacen debería liberarnos sacudirnos. Abrir las vías de compasión y nuevos intereses. Recordarnos que podríamos aspirar, siquiera, a ser diferentes, y mejores, de lo que somos. Recordarnos que podemos cambiar.
Como expresó el cardenal Newman: "En un mundo más elevado será de otro modo, pero aquí abajo vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado a menudo".
Y qué entiendo por la palabra "perfección". No intentaré explicarlo, sino que más bien diré que la Perfección me hace reír. No de modo cínico, me apresuro a añadir. Con alegría.

Estoy agradecida por haber recibido el Premio Jerusalén. Lo acepto como un honor conferido a todos aquellos dedicados a la empresa de la literatura. Lo acepto en homenaje a todos los escritores y lectores de Israel y de Palestina que luchan por crear una literatura dotada de voces singulares y de una multiplicidad de verdades. Acepto el premio en nombre de la paz y la reconciliación de las comunidades heridas y temerosas. Una paz necesaria. Concesiones necesarias y nuevos acuerdos. La necesaria supresión de los estereotipos. La necesaria persistencia del diálogo. Acepto el premio este premio internacional, patrocinado por la feria del libro internacional- como un hecho que honra, sobre todo, a la república internacional de las letras.


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