domingo, 6 de noviembre de 2011

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Nos casamos en verano, hace treinta años. Te he amado profundamente desde entonces hasta ahora. He amado otras cosas también. Entre ellas la idea de la libertad de la mujer. ¿Porqué pongo estas palabras juntas? Porque soy una mujer. Porque el matrimonio no es libertad. Por lo tanto, cada palabra aquí está escrita contra la poesía del amor. La poesía del amor no hace justicia a esto. Aquí, en cambio, hay una historia recordada desde tiempos pasados: Un gran rey perdió una guerra y fue exhibido en cadenas por la ciudad de su enemigo. Se mofaron de él. Le trajeron a su mujer y a sus hijos -él no mostró emoción alguna. Le trajeron a sus antiguos cortesanos -él no mostró emoción alguna. Le trajeron  a su viejo sirviente -sólo entonces él se derrumbó y rompió a llorar. Yo no encontré mi femineidad en las servidumbres de la tradición. Pero sí ví que mi humanidad me miraba desde allí. Es para señalar las contradicciones de un amor cotidiano por lo que he escrito esto. Contra la poesía del amor.




Eavan Boland (Dublin, Irlanda, 1944)
de Contra la poesía del amor, 2001

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