"Entro
en una librería desconocida.
Me dirijo
a los anaqueles coloreados,
llena de
curiosidad y tensa emoción.
La
esperanza de hallar «algo nuevo»
es
quebrada por la voz del empleado
que me
pregunta qué títulos busco.
No sé qué
decirle.
Al final,
recuerdo uno.
No está.
Hubiese
querido seguir mirando,
pero
sentía sobre mí el peso de esa mirada comerciante,
tan
estrecha y desaprobadora ante alguien que
«no sabe»
lo que quiere.
¡Siempre
lo mismo!
¡Siempre
hay que aparentar la posesión de un fin! ¡Siempre el camino rectamente
marcado!"
Alejandra
Pizarnik