Siempre se escribe para alguien. Es más, se
debe escribir para los otros. Que conozcan la lejanía a la que te
enfrentas. Que conozcan los pliegues de tu ser. Has estado pescando todo
el día, en la soledad, junto a un río limpio. Tu mirada ha estado casi siempre
fija al puntal de la caña. Se ha concentrado en ese punto. Levemente
doblado el puntal y el sedal tenso. Los sueños de los otros siempre son
más bellos que los tuyos. Nada has pescado en toda la jornada. Habrá que
exagerar entonces. Decir lo contrario. Que sacaste diez barbos, que el
puntal no dejaba de doblarse con cada picada. Así ilumina la poesía los
ojos de quien la lee."
(Fragmento 211 de “Luminarias”.
Ed. Amargord)