martes, 21 de agosto de 2012

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¿Dónde estaba la medida justa e los sentimientos? ¿Se podía hablar de cantidades, de mediciones, de porcentajes, como en la aritmética?. Odio un treinta por ciento, amo un cincuenta por ciento. Me permito el cincuenta y ocho por ciento de placer o el veinticinco por ciento de tristeza. ¿Hasta qué punto era lícito el odio, la ira, el dolor, la frustración? ¿Podían ser considerados como iguales los contrarios? ¿Amor y odio, por ejemplo? ¿Placer y dolor? ¿Había un orden en el momento de valorar los sentimientos? ¿Existían sentimientos buenos, regulares y malos como en las calificaciones que daban en los colegios? ¿Excelente, pasable y mediocre? Si el sentimiento se desboca, ¿la razón tenía la gran respuesta? "Todo exceso lleva ala destrucción" ¿Podía aplicarse esa premisa a todas las emociones? Necesitaba que existiera un valorador, una máquina, un ente superior, un algo que equilibrara al ser humano para que no sufriera.


Fragmento de "Ella que todo lo tuvo"-Angela Becerra

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