domingo, 14 de diciembre de 2014

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Qué buscamos en un poema 
sino una certeza, 
por temblorosa que sea. 
El cobijo del desamparo. 
Y la promesa de que no estamos solos. 
O si solos, al menos en compañía de los solitarios.
 Por eso, a veces, el poeta parece un labrador que,
 cavando un surco, 
encontrase un cuenco enterrado 
y tomándolo en las manos,
 tan cuajadas como el barro cocido, 
vislumbrara el destello cristalino del agua 
que un día alivió la sed de sus ancestros.


Daniel Domínguez

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