A veces no entro a tiempo en las horas
ni con buen pie,
y algo de mí se tambalea,
desentonado,
más acá o más allá
de lo real lejano.
Porque me quedo lejos,
vengo de lejos —sin saberlo—.
Lo que
ata
mi atención a otro lado
no es lo que podría llamarse una memoria.
Más se parece a una raíz:
a la raíz de una memoria encadenada,
con musgo,
tras una puerta sin pestillo,
ni aldaba, ni umbrosa cerradura;
una raíz que impide
lo que de mí se espera en una hora;
una raíz a la que nunca deberé preguntar
sino saltarla
porque el tejido de sus sendas tiene enigmas profundos,
y el tiempo que sujeta mi muñeca
es testimonio
de un compromiso breve, pero cierto.
Julia Uceda Valiente