La conciencia no. No exactamente.
Ni siquiera la culpa,
que alza estatuas de bronce para ser recordada.
Por debajo del propio pensamiento
se expande la raíz de lo sin nombre,
lo que emana de ti cuando no eres,
lo que da identidad a tus extraños.
Eres ese temblor que va contigo.
Eres el mismo, en fin, que nunca fuiste.
Quemaste el paraíso para ver cómo ardía.
Nunca pierdes la llave de tu casa invisible.
Tan errante de ti por no estar solo.
Tan perdido de ti que al fin te encuentras
Felipe Benitez Reyes