martes, 16 de septiembre de 2008


La locura se ha visto obligada a confundirsecon los hilvanes de los librosy las caratuladas formalidadesde las rituales antilocuras.¿Pero dónde está la diferenciaentre los amores que pasan y los amores que no pasan?¿Y dónde está el pensamientoque puede deslizarse igualmentepor la línea recta, la línea curva o la ausencia de todas laslíneas?Y aunque la locura nos salve a veces de nosotros mismostermina siempre por reducirnos a nosotros mismos,aunque alguna vez,en uno de sus saltos de gato que se aprieta la cola,descubra y franquee su intención funambulescade empujarnos y acompañarnosa las franjas sosegadas de los nuevos abismos.

Entonces comprendemos que ella es la cordura de otra partey también que no estamos tan completamente solos,como nos afirman nuestras habitaciones tapizadas dediscordias,nuestros maestros especializados en ciénagasy los huecos excavados en todas las cosas.

La milésima parte de estos reanimados animales de la locurabastaría para poblar los cascabeles mudosdel desgastado tapiz del decrépito universo.Pero como la ley apunta en su obcecación hacia otra parte,estas huérfanas criaturas no tienen más remedioque mirarnos cada vez más fijamente a los ojosy hacernos buscar como a excéntricos geómetrasempedernidoslas perpendiculares absurdas,pero extrañamente válidas,de todos los caminos abandonados..

Roberto Juarroz

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