Aquellas dos imágenes le habían entrado por los ojos como la instantánea percepción de la felicidad absoluta y sin condiciones.
Se las llevaría consigo para siempre.
Porque es así como te fastidia la vida.
Te pilla cuando todavía tienes el alma adormecida y siembra en su interior
una imagen,
o un olor,
o un sonido
que después ya nunca puedes sacarte de encima.
Y aquélla era la felicidad,
Lo descubres después,
cuando ya es demasiado tarde.
Y ya eres, para siempre,
un exiliado: a miles de kilómetros de aquella imagen,
de aquel sonido, de aquel olor.
A la deriva.
Alessandro Baricco