martes, 16 de septiembre de 2008


La locura se ha visto obligada a confundirsecon los hilvanes de los librosy las caratuladas formalidadesde las rituales antilocuras.¿Pero dónde está la diferenciaentre los amores que pasan y los amores que no pasan?¿Y dónde está el pensamientoque puede deslizarse igualmentepor la línea recta, la línea curva o la ausencia de todas laslíneas?Y aunque la locura nos salve a veces de nosotros mismostermina siempre por reducirnos a nosotros mismos,aunque alguna vez,en uno de sus saltos de gato que se aprieta la cola,descubra y franquee su intención funambulescade empujarnos y acompañarnosa las franjas sosegadas de los nuevos abismos.

Entonces comprendemos que ella es la cordura de otra partey también que no estamos tan completamente solos,como nos afirman nuestras habitaciones tapizadas dediscordias,nuestros maestros especializados en ciénagasy los huecos excavados en todas las cosas.

La milésima parte de estos reanimados animales de la locurabastaría para poblar los cascabeles mudosdel desgastado tapiz del decrépito universo.Pero como la ley apunta en su obcecación hacia otra parte,estas huérfanas criaturas no tienen más remedioque mirarnos cada vez más fijamente a los ojosy hacernos buscar como a excéntricos geómetrasempedernidoslas perpendiculares absurdas,pero extrañamente válidas,de todos los caminos abandonados..

Roberto Juarroz

Más allá de la oreja existe un sonido, en el extremo de la mirada un aspecto, en las puntas de los dedos un objeto: es allí adonde voy.

En la punta del lápiz el trazo.

Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de la alegría otra alegría, en la punta de la espada la magia: es allí adonde voy.

En la punta del pie el salto. Parece la historia de alguien que fue y no volvió: es allí adonde voy.

¿O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas. ¿Realidad? Yo os espero. Es allí adonde voy.

En la punta de la palabra está la palabra. Quiero usar la palabra "tertulia", y no sé ni dónde ni cuándo. Al borde de la tertulia está la familia. Al borde de la familia estoy yo. A la orilla de mí estoy yo. Es hacia mí adonde voy.Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe. Después de muerta es hacia la realidad adonde voy.

Mientras tanto, lo que hay es el sueño. Sueño fatídico. Pero después, después todo es real. Y el alma libre busca un rincón para acomodarse. Soy un yo que anuncia. No sé sobre qué estoy hablando. Estoy hablando de nada. Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien dirá con amor mi nombre. Es hacia mi pobre nombre adonde voy.
Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos. Ellos me responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La del amor. Amor: yo te amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los celos son verdes. Mis ojos son verdes. Pero son verdes tan oscuros que en las fotografías salen negros. Mi secreto es tener los ojos verdes y que nadie lo sepa.

En el extremo de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita, la que pide, la que llora, la que se lamenta. Pero la que canta. La que dice palabras. ¿Palabras al viento? Qué importa, los vientos las traen de nuevo y yo las poseo. Yo a la orilla del viento. La colina de los vientos aullantes me llama. Voy, bruja que soy. Y me transmuto. Oh, perro ¿dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de mi cuerpo. Y muero lentamente. ¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros.






Clarice Lispector (Brasil, 1920-1977)

domingo, 7 de septiembre de 2008


Por cobardía sustituimos la sensación de nuestra nada por la sensación de la nada। Y es que la nada general apenas nos inquieta: vemos en ella demasiado a menudo una promesa, una ausencia fragmentaria, un callejón sin salida que se abre. Durante largo tiempo me obstiné en hallar a alguien que lo supiera todo sobre sí mismo y sobre los otros, un sabio-demonio, divinamente clarividente. Cada vez que creía haberlo encontrado, debía, tras un examen, cambiar de opinión: el nuevo elegido tenía todavía alguna mancha, algún punto negro, no sé qué recoveco de inconsciencia o de debilidad que le rebajaba al nivel de los humanos.
Percibía yo en él huellas de deseo o de esperanza, o algún residuo de pesar. Su cinismo era manifiestamente incompleto. ¡Qué decepción! Y proseguía siempre mi búsqueda y siempre mis ídolos del momento pecaban en algún aspecto: el hombre estaba presente en ellos, oculto, maquillado o escamoteado. Acabé por comprender el despotismo de la especie, y por no soñar más que con un no-hombre, con un monstruo que estuviese totalmente convencido de su nada. Era una locura concebirlo: no podía existir, ya que la lucidez absoluta es incompatible con la realidad de los órganos.



Emile Cioran - Fragmentos de La tentación de existir



Dónde estarán los siglos,
dónde el sueño de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el Arbol de Adán y el otro Leño?
El presente está solo.
La memoria erige el tiempo.
Sucesión y engañoes la rutina del reloj.
El añono es menos vano que la vana historia.
Entre el alba y la noche hay un abismode agonías,
de luces,
de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.

Jorge Luis Borges

Post de obsequio....



Septiembre....feliz cumple y feliz aniversario




Carta de Anais Nin a Antonin Artaud




«Nanaqui, ojalá pudiera volver a vivir mil veces ese momento en los muelles y cada hora de esa noche. Quiero sentir nuevamente tu violencia y tu dulzura, tus amenazas, tu despótico poder espiritual... el miedo que me provocas y las alegrías punzantes... Miedo porque esperas tanto de mí...eternidad, lo eterno, Dios... esas palabras... todas tus preguntas... »« Todo parece resolverse, fundirse en un abrazo, en la confianza, en los instintos, en la tibieza y fusión de los cuerpos. Creo en lo que sentimos cuando estamos juntos. Creo en ese momento en el que perdemos toda noción de la realidad, en la separación y enajenación de nuestros seres...»«Para nosotros el amor tiene repercusiones inmensas. Debe crear, tiene un significado profundo, contiene y dirige todo...»«Lo confundimos con la religión, con la magia »

sábado, 6 de septiembre de 2008

Aquellas dos imágenes le habían entrado por los ojos como la instantánea percepción de la felicidad absoluta y sin condiciones.
Se las llevaría consigo para siempre.
Porque es así como te fastidia la vida.
Te pilla cuando todavía tienes el alma adormecida y siembra en su interior
una imagen,
o un olor,
o un sonido
que después ya nunca puedes sacarte de encima.
Y aquélla era la felicidad,
Lo descubres después,
cuando ya es demasiado tarde.
Y ya eres, para siempre,
un exiliado: a miles de kilómetros de aquella imagen,
de aquel sonido, de aquel olor.
A la deriva.
Alessandro Baricco


Llevar dinero en el bolsillo en medio de energía blanca y neutra, caminar sin sentido y sin fecundar a través del brillante resplandor de las calles blanqueadas, pensar en voz alta en plena soledad y al borde de la locura, ser de una ciudad, una gran ciudad, ser del último momento del tiempo en la mayor ciudad del mundo y no sentirse parte de ella, es convertirse uno mismo en una ciudad, un mundo de piedra inerte, de luz superflua, de movimiento ininteligible, de imponderables e incalculables, de la perfección secreta de todo lo que es menos.
Henry Miller.
En tiempos oscuros,
tengamos el talento suficiente para arriesgarnos a volar en la noche como los murciélagos.
En tiempos oscuros,
seamos lo suficientemente sanos como para vomitar las mentiras que nos obligan a tragar cada día.
En tiempos oscuros,
seamos lo suficientemente valientes como para tener el coraje de estar solos y lo suficientemente valientes como para arriesgarnos a estar juntos.
En tiempos oscuros,
seamos lo suficientemente maduros como para saber que podemos ser compatriotas y contemporáneos de todos los que tienen voluntad de belleza y voluntad de justicia, porque no creemos en las fronteras de los mapas ni del tiempo.

En tiempos oscuros,
seamos lo suficientemente tercos para seguir creyendo contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena.
En tiempos oscuros,
seamos lo suficientemente locos como para ser llamados locos.
En tiempos oscuros,
seamos lo suficientemente inteligentes como para ser desobedientes cuando recibimos órdenes contradictorias con nuestra conciencia o contra nuestro sentido común.
(Eduardo Galeano)

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