domingo, 20 de abril de 2008


En una noche que debió ser de lluvia

o en el muelle de un puerto tal vez inexistente

o en una tarde clara,

sentado a una mesa sin nadie,

se me cayó una parte mía.


No ha dejado ningún hueco.

Es más: pareciera algo que ha llegado

y no algo que se ha ido.

Pero ahora,en las noches sin lluvia,

en las ciudades sin muelles,

en las mesas sin tardes,

me siento de repente mucho más solo

y no me animo a palparme,

aunque todo parezca estar en su sitio,

quizá todavía un poco más que antes.


Y sospecho que hubiera sido preferible

quedarme en aquella perdida parte mía

y no en este casi todo

que aún sigue sin caer.

Roberto Juarroz

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