sábado, 25 de febrero de 2017

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Esta tarde, cuando venía de la oficina, un borracho me detuvo en la calle. No protestó contra el gobierno, ni dijo que él y yo éramos hermanos, ni tocó ninguno de los temas de la beodez universal. Era un borracho extraño, con una luz especial en los ojos. Me tomó de un brazo y dijo, casi apoyándose en mí: ¿Sabes lo que te pasa? Qué no vas a ninguna parte. Otro tipo que pasó me miró con una alegre dosis de comprensión y hasta me consagró un guiño de solidaridad. Pero ya hace cuatro horas que estoy intranquilo, como si realmente no fuera a ninguna parte y solo ahora me hubiera enterado.


                                                                         LA TREGUA- Mario Benedetti

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