Que la vida te regale en su momento
sólo el dolor preciso:
ni tan leve que pase desapercibido
ni tan grande que lo invada todo.
Que no te olvides
ni necesites analgésicos para olvidar.
Sólo el latido exacto en el lugar justo
para saber que la herida está ahí,
que hay que tener paciencia,
y cuidarla hasta que cure.
(de La mirada oblicua, adamaRamada Ediciones, Madrid, 2008