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Estaba mucho más allá, en ese mucho
más allá ilocalizable adonde precisamente ponen proa los ojos de todas las
mujeres del mundo cuando miran por una ventana y la convierten en punto de
embarque, en andén, en alfombra mágica desde donde se hacen invisibles para
fugarse. Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una
ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. (C. Martín
Gaite)