Los
hechos confirmaron con creces el horror de las apariencias y esto es lo
que tuvo que hacerme meditar sobre la posible realidad enigmática de esa
especie de potencia invisible a la que los griegos llamaron destino y con la
que nosotros los cristianos construimos la dialéctica de la
predestinación. Y que no es un destino, por así decirlo, de diario, de andar
por casa, el que sufre y tolera cada modesto mortal : es el espantoso
Destino, la " Moira " de la tragedia iluminando con el aterrador
relámpago de sus avisos el curso, inevitable, de un proceder personal, la
predestinación agustiniana, ese implacable misterio pagano, poder ignoto, que
ha quedado en nosotros incrustado, cual una piedra negra, en la concepción
cristiana de la vida, no sabemos si como un resto de la antigüedad o como el
sobrevivirse insoluble de una verdad oculta… "
Juan Gil- Albert
Juan Gil- Albert