miércoles, 9 de marzo de 2016

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Los hechos confirmaron con creces el horror de las apariencias y esto es lo que tuvo que hacerme meditar sobre la posible realidad enigmática de esa especie de potencia invisible a la que los griegos llamaron destino y con la que nosotros los cristianos construimos la dialéctica de la predestinación. Y que no es un destino, por así decirlo, de diario, de andar por casa, el que sufre y tolera cada modesto mortal : es el espantoso Destino, la " Moira " de la tragedia iluminando con el aterrador relámpago de sus avisos el curso, inevitable, de un proceder personal, la predestinación agustiniana, ese implacable misterio pagano, poder ignoto, que ha quedado en nosotros incrustado, cual una piedra negra, en la concepción cristiana de la vida, no sabemos si como un resto de la antigüedad o como el sobrevivirse insoluble de una verdad oculta… "

         
 Juan Gil- Albert

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