lunes, 20 de julio de 2015

Las mentiras no existen...


Dejémoslo correr...hay eventos que por arte de magia  transportan a una frase leída mucho tiempo atrás y te lleva a repetir la lectura y recuerdas cuanto te gustó ese cuento olvidado, hoy desempolvado. 




Yo soy Gimpel el Tonto. No me creo tonto: todo lo contrario. Pero es lo que la gente me llama. Me pusieron el nombre cuando todavía estaba en la escuela. Tuve siete nombres en total: imbecil, borrico, alcornoque, mendrugo, badulaque, pelele y tonto. El último fue el que quedó. ¿En qué consiste mi tontería? Yo era fácil de engañar. Decían «Gimpel, ¿sabes que la mujer del rabino está de parto» Y yo faltaba a la escuela. Bueno, pues resultaba que era mentira. ¿Cómo iba yo a saberlo? No se le había hinchado la barriga. Pero yo nunca la miraba a la barriga. ¿De verdad era tan tonto por eso? Los chicos se echaban a reír, saltaban, bailaban y cantaban una oración de buenas noches. Y, en vez de las uvas que dan cuando una mujer está de parto, me llenaban las manos de excrementos de cabra. Yo no era ningún alfeñique. Si le pegara a alguien le haría ver las estrellas. Pero soy pacífico por naturaleza. Pienso para mis adentros: «Dejémoslo correr.» Y así se aprovechan de mí.
            Fui al rabino para pedirle consejo. Me dijo:
            —Está escrito que es mejor ser tonto durante todos los días de tu vida que malo una sola hora. Tú no eres tonto. Son ellos los tontos. Pues el que hace sentir vergüenza a su prójimo pierde para sí el Paraíso.
            Sin embargo, la hija del rabino me engañó. Al salir de la casa, me dijo:
            —¿No has besado todavía la pared?
            —No. ¿Por qué? —respondí.
            —Es la ley —me dijo ella—- Tienes que hacerlo después de cada visita.
            Bueno, no parecía haber ningún daño en ello. Y ella soltó la carcajada. Era una buena broma. Me hizo caer por completo.
¡Y sus oraciones! Estaban llenas de tinieblas y de azufre, y, sin embargo, se hallaban en cierto modo llenas también de encanto. Ella, sin embargo, me inflingía crueles heridas.
¿De qué sirve no creer?
«Seguid, seguid con vuestra boba charla. La verdad ha salido a la superficie, como el aceite sobre el agua. Maimónides dice que está bien y, por lo tanto, ¡está bien!»
            Vagabundeé por el país, y las buenas gentes no me abandonaron. Al cabo de muchos años envejecí y mis cabellos se tornaron blancos; oí muchas cosas, muchas mentiras y falsedades, pero cuanto más vivía más claramente comprendía que no existen realmente mentiras. Lo que no sucede realmente se sueña de noche. Le sucede a uno si no le sucede a otro, mañana si no hoy, o dentro de un siglo, si no es el año que viene. ¿Qué diferencia puede haber? A menudo, oía cosas de las que decía: «Bueno, eso es algo que no puede suceder.» Pero antes de que hubiera pasado un año resultaba que había ocurrido realmente en alguna parte.
            Pasa lo mismo con los sueños. Hace muchos años que me marché de Frampol, pero tan pronto como cierro los ojos estoy allí de nuevo. ¿Y a quién creéis que veo? A Elka. Está de pie junto a la artesa, como en nuestro primer encuentro, pero su rostro resplandece y sus ojos son tan radiantes como los ojos de un santo, y me dice cosas extrañas en algún idioma desconocido. Cuando despierto lo he olvidado todo. Pero mientras el sueño dura me siento confortado. Ella responde a todas mis preguntas, y lo que resulta es que todo está bien. Yo lloro y suplico «Déjame estar contigo.» Y ella me consuela y me dice que tenga paciencia. La hora está cada vez más próxima. A veces, me acaricia y me besa y llora sobre mi rostro. Cuando despierto, siento el sabor de sus labios y fusto la sal de sus lágrimas.
No hay duda de que el mundo es por completo un mundo imaginario, pero solamente una vez es arrancado del verdadero mundo. A la puerta de la choza en que me hallo tendido está el madero en que son llevados los muertos. El sepulturero judío tiene lista su azada. La tumba espera, y los gusanos se hallan hambrientos; están preparadas las mortajas, las llevo en mi zurró de mendigo. Otro shnorrer está aguardando para heredar mi lecho de paja. Cuando llegue la hora marcharé alegremente. Cualquier cosa que sea lo que allí haya, será algo real, sin complicación, sin ridículo, sin decepción. Alabado sea Dios: allí ni siquiera Gimpel puede ser engañado.
Gimpel el Tonto" Isaac Bashevis Singer






Angel-A Subtitulada


sábado, 18 de julio de 2015

Lo que no se dice no existe




EL FRACASO DEL LENGUAJE

Primer día de clases, pregunto a los estudiantes, a modo
de introducción, qué creen:
El lenguaje es nuestra mejor herramienta, o el lenguaje fracasa
en expresar lo que sabemos y sentimos.
Recorremos la habitación.
Casi todos se inclinan por el fracaso.
¿Es porque son jóvenes,
todavía les cuesta enunciar lo que quieren decir?
¿O son románticos, que celebran la música y el arte, el cuerpo,
cualquier cosa sin palabras como la mejor expresión?
Pienso en el poeta ayudando a su mujer a morir,
gritando su corazón impotente como pájaros aplastados
y las plantas de los pies de ella las voces de los niños
gritando en los limoneros, porque la herramienta
a veces debe ser forzada a trabajar.

Sentada al lado de mi amiga en su cama del hospital,
ella me dice que no va a lograrlo,
no cree que lo quiera,
todo el año escapando de las profundidades, ahora se está ahogando.
Cambio las flores del jarrón,
froto crema sobre sus manos y pies.
Cuando me inclino para darle el beso de despedida,
le susurro Te amo, palabras que tal vez
hayan perdido su significado, siendo requeridas
para tantos instantes tácitos.

El cielo cuando camino hacia el estacionamiento
este último fin de semana de verano
es un ópalo, el calor volviéndose rosa sobre los árboles
que la oscuridad torna del color de la ceniza.
Todo lo que amamos fracasa, no le dije a mis estudiantes
si por fracasar entendemos finales o cambios,
si por amor entendemos lo que nos sostiene.
El lenguaje es lo que honra el desvanecimiento.
¿O el lenguaje es lo que retarda la partida?
¿O solo profundiza lo que sabemos de la pérdida?

Mis estudiantes creen que es importante
elegir bien las palabras.
Una vez dichas, nunca pueden ser reparadas.
Lleva muchos años aprender a ser torpe.
A su edad, cada palabra debe ser elegida cuidadosamente
para comunicar el sí, pero también dejar espacio
para el no realmente, solo bromeaba, un auto en la entrada
con el motor encendido.

Dentro nuestro, constelaciones,
pedazo de hilo anudado en la negra cortina de la noche.
No hay palabras correctas,
si por correcto entendemos perfecto,
si por perfecto entendemos capaz de salvarnos.

Cuatro de nosotros empacamos el departamento de nuestra amiga.
De repente ella no puede vivir sin asistencia.
Recuerdo esta copa, parte de un juego
que le compré hace años
cuando ella fue por un tiempo una bebedora de whisky.
La compré por su peso, algo
sólido para sostener, y de paso una pulgada o dos
de ámbar se vería contra sus paredes talladas.
La envuelvo en un periódico y la agrego a la caja rotulada Cocina.

Es mi amiga quien es frágil.
Cuando la saco a comer, cada paso es un trabajo.
El restaurante es bullicioso y brillante.
Ella quiere saber si parece normal.
Hago que mis palabras sean suaves. Bien,
que debe ser la palabra más inútil en Inglés,
todo va a estar bien.

Jacqueline Lisa Berger

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