martes, 1 de enero de 2008

El primer amigo profundo del hombre fue, pues, sin duda, la mujer: la mujer antes de serlo; cuando era solo hembra, escogida al azar, para satisfacer el hambre del instinto, a medida que este urgia. Pero una manana remota y memorable, cuya fecha representa infinitamente mas para el progreso humano que todos los descubrimientos de nuestros siglos, ocurrio este maravilloso suceso: al levantarse el hombre, bronco e hirsuto, de su lecho de hierbas, despues de haber cumplido con la hembra que estaba a su alcance la ley del instinto; reposado por el sueno de esa tristeza que invade al animal despues de amar, se sintio transido de una tristeza mayor, que era el tener que abandonarla. Y volviendose a ella, que aun dormia, brillo en sus ojos, desde el fondo de las cuencas redondas, por primera vez en la historia del mundo, una luz maravillosa, que era el amor; que solo se enciende cuando el impetus del instinto se ha apagado, por que se ha satisfecho.

Obras completas, tomo IX, Espasa Calpe, Madrid, 1973.

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