sábado, 18 de julio de 2015

Lo que no se dice no existe




EL FRACASO DEL LENGUAJE

Primer día de clases, pregunto a los estudiantes, a modo
de introducción, qué creen:
El lenguaje es nuestra mejor herramienta, o el lenguaje fracasa
en expresar lo que sabemos y sentimos.
Recorremos la habitación.
Casi todos se inclinan por el fracaso.
¿Es porque son jóvenes,
todavía les cuesta enunciar lo que quieren decir?
¿O son románticos, que celebran la música y el arte, el cuerpo,
cualquier cosa sin palabras como la mejor expresión?
Pienso en el poeta ayudando a su mujer a morir,
gritando su corazón impotente como pájaros aplastados
y las plantas de los pies de ella las voces de los niños
gritando en los limoneros, porque la herramienta
a veces debe ser forzada a trabajar.

Sentada al lado de mi amiga en su cama del hospital,
ella me dice que no va a lograrlo,
no cree que lo quiera,
todo el año escapando de las profundidades, ahora se está ahogando.
Cambio las flores del jarrón,
froto crema sobre sus manos y pies.
Cuando me inclino para darle el beso de despedida,
le susurro Te amo, palabras que tal vez
hayan perdido su significado, siendo requeridas
para tantos instantes tácitos.

El cielo cuando camino hacia el estacionamiento
este último fin de semana de verano
es un ópalo, el calor volviéndose rosa sobre los árboles
que la oscuridad torna del color de la ceniza.
Todo lo que amamos fracasa, no le dije a mis estudiantes
si por fracasar entendemos finales o cambios,
si por amor entendemos lo que nos sostiene.
El lenguaje es lo que honra el desvanecimiento.
¿O el lenguaje es lo que retarda la partida?
¿O solo profundiza lo que sabemos de la pérdida?

Mis estudiantes creen que es importante
elegir bien las palabras.
Una vez dichas, nunca pueden ser reparadas.
Lleva muchos años aprender a ser torpe.
A su edad, cada palabra debe ser elegida cuidadosamente
para comunicar el sí, pero también dejar espacio
para el no realmente, solo bromeaba, un auto en la entrada
con el motor encendido.

Dentro nuestro, constelaciones,
pedazo de hilo anudado en la negra cortina de la noche.
No hay palabras correctas,
si por correcto entendemos perfecto,
si por perfecto entendemos capaz de salvarnos.

Cuatro de nosotros empacamos el departamento de nuestra amiga.
De repente ella no puede vivir sin asistencia.
Recuerdo esta copa, parte de un juego
que le compré hace años
cuando ella fue por un tiempo una bebedora de whisky.
La compré por su peso, algo
sólido para sostener, y de paso una pulgada o dos
de ámbar se vería contra sus paredes talladas.
La envuelvo en un periódico y la agrego a la caja rotulada Cocina.

Es mi amiga quien es frágil.
Cuando la saco a comer, cada paso es un trabajo.
El restaurante es bullicioso y brillante.
Ella quiere saber si parece normal.
Hago que mis palabras sean suaves. Bien,
que debe ser la palabra más inútil en Inglés,
todo va a estar bien.

Jacqueline Lisa Berger

sábado, 13 de junio de 2015

pero yo no quiero....y tú??

Sé que la gente se acostumbra. Pero no debería.
La gente se acostumbra a vivir en un apartamento  interior
y a no tener otra vista que no sea las ventanas de alrededor.

Y como no tiene vistas, luego se acostumbra a no mirar hacia  afuera.
Y como no mira hacia afuera luego se acostumbra a no abrir de todo las cortinas.
Y como no abre las cortinas luego se acostumbra a encender más pronto la luz.
Y a medida que se acostumbra, olvida el sol, olvida el aire, olvida la amplitud.

La gente se acostumbra a levantarse por la mañana sobresaltado porque es la hora.
A tomar el café corriendo porque va atrasado.
A leer la prensa en el autobús porque no puede perder el tiempo del viaje.
A comer un sandwich porque no hay tiempo para almorzar.
A salir del trabajo porque ya es de noche.
A dormitar en el autobús porque está cansado.
A acostarse temprano y dormir profundo sin haber disfrutado el día.

La gente se acostumbra a abrir el periódico y a leer sobre la guerra.
Y aceptando la guerra, acepta los muertos y que haya una cifra de muertos.
Y aceptando la cifra acepta no creer en las negociaciones de paz,
acepta leer todo el día sobre guerra, sobre cifras, sobre su larga duración.

La gente se acostumbra a esperar el día entero y escuchar al teléfono: hoy no puedo ir.
A sonreír a la gente sin recibir una sonrisa de vuelta.
A ser ignorado cuando necesitaba tanto ser visto.
La gente se acostumbra a pagar por todo lo que desea y necesita.
A luchar para ganar el dinero con qué pagar.

Y a ganar menos de lo que necesita.
Y a hacer colas para pagar.
Y a pagar más de lo que las cosas valen.
Y a saber que cada vez pagará más.
Y a buscar más trabajo, para ganar más dinero, para tener con qué pagar en las colas en las que se cobra.

La gente se acostumbra a andar por la calle y ver carteles
A abrir las revistas y ver anuncios.
A encender al television y ver publicidad.
A ir al cine y engullir anuncios.
A ser instigado, conducido, desnortado, lanzado a la infinita catarata de productos.
La gente se acostumbra a la polución.


A las salas cerradas con aire acondicionado y olor a cigarro.
A la luz artificial con su ligero temblor.
Al choque de los ojos con la luz natural.
 A las bacterias del agua potable.
A la contaminación del agua del mar,
A la lenta muerte de los ríos.


Se acostumbra a no oír los pájaros, ni el gallo de madrugada, a temer la hidrofobia de los perros,
a no coger la fruta a pie del árbol, a no tener ni siquiera una planta.
La gente se acostumbra a demasiadas cosas para no sufrir.

En dosis pequeñas, intentando no percibir, se va apartando un dolor de aquí,
un resentimiento de allí, una revuelta allá.
Si el cine está lleno la gente se sienta en primera fila y tuerce un poco el cuello.
Si la playa está contaminada la gente solo moja los pies y suda en el resto del cuerpo.

Si el trabajo es duro la gente se consuela pensando en el fin de semana.
Y si el fin de semana no hay mucho que hacer la gente se acuesta temprano
y aún queda satisfecho porque siempre tiene sueño atrasado.

La gente se acostumbra para no rallarse en la aspereza, para preservar la piel,
Se acostumbra para evitar heridas, sangrados, para esquivarse
de la faca, de la bayoneta, para proteger el pecho.
La gente se acostumbra para proteger la vida que poco a poco se gasta y, que
de tanto acostumbrarse, se pierde de sí misma.

"Eu sei, mas não devia". Marina Colasanti.

viernes, 5 de junio de 2015

,,

Hay quienes llevan a cabo la vida más hábilmente.
Tienen orden en su interior y a su alrededor.
Para todo la manera y la respuesta adecuada.

Piensan justo lo debido
ni un segundo más,
porque tras ese segundo acecha la duda.

Y cuando los dan de baja de la existencia,
dejan su puesto
por la puerta señalada.

A veces los envidio
-afortunadamente, se me pasa.-


Wislawa Szymborska

,

Yo,
que no desconozco los grandes temas del siglo, 
y estoy atento a eso que llaman la coyuntura histórica,
y acepto la gran patética de mi tiempo y quiero ayudar, 
en lo que me sea posible y aún bastante más, 
al hombre de estos días, 
tantas veces puesto en el filo de la navaja, 
no me dejo asustar por los profesionales de la angustia, 
y busco en la gran peripecia humana, 
tantas veces mágica aventura, 
tantas veces sueños espléndidos y mitos trágicos, 
la razón de continuar.

 A/D

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